Himnos feriales para Vísperas
Lunes
Oh santo Jesucristo, luz eterna
Estamos en el momento del día en el que una luz cede el paso a otra luz.
El sol iluminó nuestra tarea y esta luz que declina cede su fulgor
a otra luz que aparece: y ahora tú, lucero que remonta, / con otra luz
espléndida iluminas. El sol tenía una gloria recibida; Cristo luz
tiene la claridad propia.
Cantamos, pues, en Vísperas a Cristo en quien la Iglesia contempla la
luz eterna. Esta divina luz del Señor, del santo Jesucristo, es para
nosotros la belleza de la vida. A la tarde -nos recuerda la
Ordenación de la Liturgia de las Horas- “pedimos a Cristo que venga a
otorgarnos la luz eterna” (S. Cipriano). Él mismo es esta luz.
Se lo recordamos al Señor con palabras del Evangelio. Él nos dijo que era
la luz del mundo (Jn 8,12), que era el camino (Jn 14,6) - la lámpara y
camino -, y que “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6).
Al final de la jornada nos place descansar, como el discípulo amado, al
pecho del Señor, que toda pena y llanto pacifica.
La doxología la dirigimos al mismo Señor. Le bendecimos con los ángeles, y
a él, Cristo Dios, Jesús enternecido, le expresamos la seguridad de
que un día tengamos acogida en su Pascua.
Oh santo Jesucristo, luz eterna,
belleza de la vida:
es hora de cantarte en el ocaso
al paso de otra luz que se avecina. al pliegue
El sol iluminó nuestra tarea
con gloria recibida,
y ahora tú, lucero que remonta,
con otra luz espléndida iluminas.
La lámpara y camino eres, oh Cristo,
trasluz de eterna dicha,
por ti vamos seguros hasta el Padre,
cogidos de tu mano que nos guía.
Pasó ya la jornada en fe amorosa
y tú eres cercanía;
y ahora descansamos a tu pecho,
que toda pena y llanto pacifica.
A ti te bendecimos con los ángeles
que gozan y te miran;
oh Cristo Dios, Jesús enternecido,
que ofreces en tu Pascua la acogida. Amén.
Año 2001
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