EL AÑO LITÚRGICO
TIEMPO ORDINARIO
HIMNOS FERIALES
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

Himnos feriales para Vísperas


Jueves


La tarde nos transporta a tu ribera



Los misterios vespertinos del Señor, con los que enlaza la oración de Vísperas, son la santa Cena y lo que ella contiene (despedida, mandato del amor...) y la Cruz (y la plenitud que ella incluye). Pero lo mismo en la Cena que en la Cruz hay “algo” - “Alguien” - detrás, indivisible. Es que el Jesús de estos misterios no es otro que el Jesús de hoy.

Por eso comenzamos el himno: La tarde nos transporta a tu ribera / cual suave profecía. Jesús está ya en la otra ribera; está donde está, junto al Padre. Ya nunca podremos hablar de Eucaristía o de Cruz, si no le miramos a él en su nueva condición. Digámosle: oh Cristo que la tarde de tu vida / quebraste con tu amor tu despedida. Efectivamente, se quebró el tiempo. Jesús se marcha, pero su amor traspasa la despedida, y este Jesús fuera del tiempo es hoy amor-Eucaristía.

Seguimos contemplándole junto al Padre: Pues vives con nosotros ante el Padre. Misterio de su Pascua; él fue al Padre y allí vive con nosotros, mientras todavía nosotros quedamos aquí.

Le pedimos, pues, los dones de la tarde a Jesús que nos llevó consigo. Le pedimos la paz: que esa paz sea nuestro vestido. Le pedimos que “en él” sintamos “con él” lo que es la acción de gracias y la alegría. Le pedimos su misericordia enternecida.
Se lo pedimos nosotros como Iglesia santa.
He aquí nuestra oración vespertina.


La tarde nos transporta a tu ribera
cual suave profecía,
oh Cristo que la tarde de tu vida
quebraste con tu amor tu despedida.

Pues vives con nosotros ante el Padre,
Jesús, memoria viva,
aroma de holocausto consumado,
orante corazón que Dios ansía.

La paz que tú derramas nos circunda
y es túnica vestida;
contigo, oh Cristo, al par de tu latido
se enciendan nuestras gracias y alegría.

Que tu misericordia se enternezca,
prodiga tu caricia,
oh Cristo, amante fiel en nuestras penas,
y hogar donde esperamos nuestra dicha.

Que asciendan de la Iglesia hacia tus plantas
las manos extendidas;
y puesta sobre el ara, oh Cristo eterno,
recibe nuestra ofrenda vespertina. Amén.


Año 2001