EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo
XXXI ciclo C

Lc 19,1-10

 

Baja del árbol, Zaqueo
(Canto de comunión)



La figura de Zaqueo, hasta por su físico, nos produce simpatía. “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”: era el comentario de la gente, no el nuestro. Porque bien sabemos qué bellezas ha encontrado Jesús fuera del círculo de los buenos. Y Zaqueo es una de estas personas, que si en tiempo pudo ser un aprovechado, ya su vida definitivamente ha dado el vuelco. Y todo ocurrió porque Jesús, que conoce los corazones, vio el corazón de aquel hombre de baja estatura que para ganar vista había trepado a un árbol.

Todo terminó en un banquete que Jesús se ofreció a sí mismo y a Zaqueo. Fue el banquete de la alegría. Zaqueo lo recibió muy contento. Y al final Jesús dijo: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”.

En el libro de la Sabiduría hemos invocado a Dios: “Señor, amigo de la vida”. Pues es verdad, Dios es amigo de la vida, manantial de la alegría. Zaqueo nos lo está diciendo.


Estribillo
Baja del árbol, Zaqueo,
porque me invito a tu casa:
Dios amigo es el que pasa
y Él conoce tu deseo.

Estrofas
1. ¡Qué feliz banquete aquel
en casa del publicano!
Un sospechoso paisano
y el Mesías de Israel.
Y la gente murmuraba,
que en casa de un pecador
se hacía amigo el Señor
y a tales gentes buscaba.

2. Y en medio de la comida
Zaqueo se puso en pie,
que quiere anunciar por qué
hubo un milagro en su vida.
Aquí, me tienes, Rabí,
convencido y fascinado,
y todo queda saldado
con solo mirarte a ti.

3. A los pobres, muy gustoso,
va la mitad de mis bienes:
ya soy tuyo, aquí me tienes,
de otros bienes ganancioso.
Y si en algo defraudé
al débil, tu preferido,
ya, mi Dios, arrepentido
cuatro veces pagaré.

4. ¡Qué hermosa celebración
aquel día de manteles,
gracia y paz, sin aranceles,
y Jesús, de corazón!
Que este es hijo de Abraham,
Jesús radiante decía,
y ha venido la alegría
a hacerse en la mesa pan.

5. Hoy estoy en Jericó
aquí en mi dulce casita,
y el que vive y que me invita
es Jesús, que no soy yo.
Mi Jesús, pura presencia:
puro ser, oír, sentir,
y sin nada que decir:
¡te adoro, mi Dios querencia!


Puebla, 29 octubre 2010