EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo
XXIX ciclo C

Lc 18,1-8

 

Esa fe de la mujer
(Canto de comunión)


La parábola de la viuda desamparada que, a fuerza de ir y machacar, consiguió justicia del juez al que no le importaba, nos estimula a ir e insistir a nuestro Dios…, que es nuestro Padre, que está deseando escucharnos: “Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar”. Pero Jesús nos da un toque de atención. Nos lanza una pregunta, que él nos responde, la que es la corona de la parábola: “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”

Jesús quiere que le respondamos que sí… Por lo que está de nuestra parte, así le queremos responder. Así le queremos hablar en la comunión. Así se lo queremos decir en este poema…

La parábola tiene un horizonte escatológico, y Jesús va a ser el protagonista en esa venida triunfal del Reino de Dios. Queremos nosotros ser el pueblo anhelante que le espera.

Por otra parte, bien sabemos que la Hermana Muerte puede visitarnos en cualquier momento. ¡Fiat! Si ocurriera, que nos encuentra el Señor, en esta parusía personal, con la puerta pronta para la acogida.


Estribillo
Esa fe de la mujer,
que fue humilde vencedora,
mi alma, Jesús, implora,
y la quieres conceder.

Estrofas
1. Yo no sé cuándo vendrás,
llamando a mi pobre puerta,
para ti ha de estar abierta
y un abrazo encontrarás.
Es lo que quiero y lo pido,
orando desde mi fe;
nada puedo, bien lo sé,
mas me siento bien querido.

2. Orar siempre tú decías
y nunca desfallecer;
a ti quiero obedecer,
mi Dios de todos los días.
Estar siempre junto a ti
con afecto de amistad,
saciarme en tu saciedad
amándote, Rabunní.

3. Mas al fondo tú mirabas,
al Día y Reino glorioso,
que irrumpía rumoroso
y con tu muerte anunciabas.
¿Encontrará fe en la tierra
el Hijo cuando así llegue,
y ante nosotros despliegue
su amor, trofeo de guerra?

4. El Día de tu victoria,
será voz de nuestro canto,
nuestra bandera, tu manto,
oh Cristo, Rey de la Historia.
Y encontrarás esa fe
que tú encendiste en tu vida,
la que brotó de tu herida:
En mi carne a Dios veré.

5. Sembrador de nuestra mies,
primavera y dulce estío,
cosecha del sembradío,
tú eres don y Aquel que es.
Y yo me acojo a tu ser,
tú eres mi fuerza y mi paz,
tú serás mi eternidad,
en el bello atardecer. Amén.


Puebla, 11 octubre 2010