Domingo
XXIII
ciclo C
Lc 14,25-33
Todo por ti, mi Señor
(Cántico de comunión)
Jesús nos dice, Jesús me está diciendo: “El que de vosotros no renuncie a
todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”.
La lógica del Evangelio no es una lógica de la razón, sino que es la
lógica vital del amor, que transciende, en la íntima experiencia del ser,
todo lo que razón, en sus firmes bastiones, puede defender.
Perder todo para ganar todo, dijo Jesús; morir para vivir; desaparecer
para ser…
He aquí, a modo de gemido y anhelo, un canto de comunión, meditando el
Evangelio.
¡Jesús, tú eres el aliento espirado de mi vida! Donde acabo yo, empiezas
tú y me encuentro a mí.
Estribillo
Todo por ti, mi Señor,
hasta quedarme sin nada,
con el alma enamorada
que al fin encontró al Amor
Estrofas
I
Quebraré los dulces lazos
de una sutil atadura:
la sangre de mis raíces,
y la leche de mi cuna,
y la piel de mi apellido,
que es mi gloria y mi fortuna:
toma mi nombre, Señor,
nada de ti me desuna.
II
Mi presente y mi futuro,
que son propiedades tuyas,
mi salud y enfermedad,
que vienen, van y se turnan,
mi cuerpo amado y latiente
que goza, que sufre y lucha:
todo lo dejo en tus manos,
nada mi alma rehúya.
III
Y mi pura intimidad,
que es mi vida sola y pura,
de todo me desapropio,
como tu voz me susurra,
y que nada mío quede
para mi propia amargura:
que todo vuelva a su dueño,
nada mío y no sucumba.
IV
Renuncio a todos mis bienes,
vayan de mí y que fluyan,
como las aguas del río,
y como flota la espuma,
y seré mero discípulo
que fue educado en tu escucha:
yo quiero ser uno en ti,
Jesús, mi palabra suma.
Puebla, 1 septiembre 2010
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