EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo
XVIII ciclo C
Lc 12,13-21


A la hora de la muerte
(Las dos voces)


Los libros bíblicos están llenos de sentencias que retratan la sabiduría y acierto del prudente y la fatuidad y desgracia del insensato. Hoy Jesús, profeta enviado por Dios, nos da un golpe sobre la vacuidad del insensato. Fue a propósito del dinero, tan insidioso y traidor. La muerte está detrás de la puerta, sin saber cómo. Todos sin excepción ¡podríamos contar casos tan reales, tan concretos, tan sorprendentes…!

En los funerales (aquí en México los hay más en los velatorios que en las iglesias), las salas están pobladas de flores… Uno piensa – sin desprecio, pero como sin remedio - ¿dónde estarán estas flores dentro de un par de días…?

Pensamiento inoportuno… Quizás no tanto.
Y mientras el sacerdote toma el libro de las exequias y lee con suave gozo: ¡Dichosos los que mueren en el Señor! Sus obras les acompañan.

Al eco, pues, de los pensamientos de Jesús, pensemos nosotros, oyendo esa doble voz que suena en lo interior: la voz del prudente y la voz del insensato.


La voz del prudente
A la hora de la muerte
me llevaré el corazón;
Señor, no tengo otro don,
ni otra gloria que ofrecerte.

La voz del insensato
Viviendo me desviví,
y una montaña de oro,
con mi desvelo adquirí.
Mi grandeza fue el dinero,
que miles de puertas abre,
mi tesoro y tesorero.

La voz del prudente
A la hora de la muerte
me llevaré el corazón;
Señor, no tengo otro don,
ni otra gloria que ofrecerte.

La voz del insensato
Yo tuve grande poder,
renombre internacional
y supe lo que es vencer.
Yo fui un hombre poderoso
y con grande autoridad,
emprendedor y ambicioso.

La voz del prudente
A la hora de la muerte
me llevaré el corazón;
Señor, no tengo otro don,
ni otra gloria que ofrecerte.

La voz del insensato
Tuve firma de escritor
y millones de lectores
y premios en mi loor.
El triunfo me persiguió,
la fama fue mi corona,
la vanidad me venció.

La voz del prudente
A la hora de la muerte
me llevaré el corazón;
Señor, no tengo otro don,
ni otra gloria que ofrecerte.

La voz del insensato
Fui comentario mundial
en la prensa y otros medios,
fui yo mismo sin igual.
Y tuve buena salud,
que la supe disfrutar
con ganas de juventud,


La voz del prudente
A la hora de la muerte
me llevaré el corazón;
Señor, no tengo otro don,
ni otra gloria que ofrecerte.

Y a mi muerte en recompensa
las flores cubren mi tumba
y la noticia la prensa.
Más no se puede pedir
para este hijo de Adán
que se acaba de morir.

             * * *

Súplica final
Líbrame de todo engaño
y de tanta necedad,
oh Dios de toda verdad,
único bien que yo extraño.
Guíame con blanda mano,
mi Padre y mi intimidad,
tú, mi consuelo y mi paz,
todo mi afán cotidiano.


Puebla, julio 2010