EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo
XVII ciclo C
Lc 11,1-13


PADRE


Nací con hambre infinita
(Soliloquio espiritual)


El Verbo se encarnó para que yo pudiera decir con él “Padre”, “Abbá”. La Encarnación no fue un accidente que salió al paso del eventual de pecado de Adán. La Encarnación la mirada del Padre en el Hijo, presente el Espíritu, cuando Dios, “ab aeterno”, quiso un Co-amado igual a sí: “Deus vult alios habere Condiligentes” (Dios quiere tener otros Co-diligentes, Co-amadores, Bto. Juan Duns Scoto).

La Encarnación en el tiempo, está eternamente en el corazón de Dios como Dios mismo.

Y donde está la Encarnación, por intrínseca necesidad, está la Trinidad. Donde está la Encarnación, a la que no puede entrar sino por revelación, está la divinidad paternidad.

La Encarnación es la religión nueva. En el cielo y en la tierra, borradas todas las banderas, el ser humano vive con Dios, es familiar con Dios.

Entonces la Encarnación nos alza hasta el corazón de Dios, que es su divino Hijo, en el cual nosotros vivimos y existimos. Desde ahí rezamos el Padrenuestro.

La palabra Padre es la cifra y entrega de toda la revelación neotestamentaria.

En suma, Abbá en labios de Jesús.

1) Es la revelación suprema del Padre-Dios en la historia, clave de la Encarnación.

2) Es la autorrevelación de Jesús, Hijo en la Trinidad, Hermano en el mundo.

3) Es la revelación del origen y destino del Hombre.

4) Jesús nos incorpora a su Abbá: “Subo a mi Padre, ¡que es vuestro Padre!”

No nos sorprenda que los 4 textos del Abbá en san Marcos (8,38; 11,25; 13,32; 14,36) sean 17 en san Lucas, 45 en san Mateo y 118 en san Juan.

Para interiorizar esta mi fe – que el mundo entero la vea – van estos 80 versos.


                 I
Nací con hambre infinita
de ser amado y amar:
si Dios creó mi indigencia,
Él me la puede saciar.
Y avanzando en mi carrera,
un día llegué a pensar
que la sed que yo tenía
era sed de Trinidad
que llevo marca de origen
que nadie puede borrar,
que soy un grito nacido
que yo no puedo acallar.
Luchando a brazo partido,
en marea y tempestad,
voy colmando como puedo
mi soledad esencial.
Una caricia otras veces,
susurro y brisa del mar
me deja tersa la piel
con bálsamo celestial.
Mi Dios…, mi Tú… mi confín,
mi sonora intimidad,
mi pregunta, mi mirada,
¿quién eres y dónde estás?


                 II
Nos dijo el Doctor Sutil
que no fue nuestra maldad
la razón que decidiera
de toda la eternidad
que el Verbo Dios se encarnara
en morada terrenal;
que fue porque yo pudiera
con verdad decir "Abbá",
que fue porque Dios quería
venirse afuera a encontrar
un Amante que le amara
con divina dignidad,
un Tú que el amor cerrara
distinto y del todo igual.
Dios amante es indigencia
que un Hijo viene a llenar,
y éste que es hijo en el Hijo
con el Hijo sube al par.
¡Oh qué dulce pensamiento
de dejarse embriagar!
Venga aquí la religión,
si bien se quiere abrevar:
una familia es el mundo,
y es una la Humanidad,
uno es el Reino iniciado
que un día nos va a juntar.
No hay fronteras entre hermanos,
ni Pueblo de su heredad.


                 III
El "Abbá" es revelación
que nunca terminará.
De todo el orbe creado
es el nombre principal,
y yo medito y confieso,
postrado para adorar.
Abbá de la Encarnación
de una entraña virginal,
Abbá de encuentro y Espíritu.
de perdón, consuelo y paz,
Abbá que todo reúnes
en la divina Unidad.
Abbá, mi cuna y mi lecho,
mi trinitaria amistad.
Déjame, mi dulce Padre,
tu religión profesar,
deshacerme de ternura
cuando puedo contemplar
que en la cocina y mercado,
en el libro y todo afán,
tú eres Padre, solo Padre,
y así te debo tratar.
Abbá de Getsemaní,
Abbá de la Cruz-altar,
Abbá de la amanecida
en la mañana pascual,
y de la Pascua que espero,
Abbá…, dulcísimo Abbá.
Amén, Abbá.


México, D.F., 20 julio 2010.
Centro de Espiritualidad Jeanne Chézard de Matel
(Religiosas del Verbo Encarnado,
dando un curso sobre: “Abbá: Mi Padre, que es vuestro Padre”).