EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo
XVI ciclo C
Lc 10,38-42



Yo con María me quedo
(Soliloquio espiritual)


Desde san Gregorio Magno en una célebre homilía puso a María a los pies de Jesús como emblema de la vida contemplativa y a Marta como representación de la vida activa, este singular Evangelio ha sido las más de las veces acaparado por esta aplicación de tan eximio doctor.

Mas los biblistas nos dicen que esto es una reducción. No pretende Jesús contraponer dos vidas (que la vida “activa” y la “contemplativa” las dos son perfectas), sino dos actitudes, dos talantes… Jesús, que nos transmite la Palabra de Dios, y la infinita dulzura que nace de la Palabra, es el absoluto de nuestra vida… E, incluso, siendo el “absoluto” es, en su raíz esencial, lo “único necesario”. Todo lo demás pasa…

Y esto es exactamente igual para un monje internado en el desierto y para un casado en el fragor de la malicia humana.

Y esto es para mí que en este momento… estoy escribiendo y el día no me da horas para hacer todas las cosas buenas que quisiera hacer. ¡Alto ahí! Quédate a los pies del Señor. Me lo está diciendo Jesús, hablándole a la laboriosa Marta, que amorosamente se desvive por Jesús.

Este poema es un soliloquio. Me hablo a mí mismo… y hasta exagero mis expresiones; pero me hablo ante Jesús, y él lo comprende todo. Al hacer estos versos, soy como un juglar espontáneo.


Yo con María me quedo,
porque es la parte mejor,
escuchándote, Señor:
tú eres mi amor y mi credo.

Fluye la vida corriendo,
y tan aprisa se va,
que, haciendo cosas sin fin,
vivo sin vivir en paz.
El barullo es mi desgaste,
gastado por los demás,
y, por darme todo a todos,
me pierdo lo principal.

Yo con María me quedo,
porque es la parte mejor,
escuchándote, Señor:
tú eres mi amor y mi credo.

Mas ¡bien sabes que te amo!,
y que quisiera acertar;
tú que ves los corazones
acepta mi ingenuidad.
Si te olvido, no te olvido…,
que no lo quise jamás;
brújula mía, Jesús,
en la calma y tempestad.

Yo con María me quedo,
porque es la parte mejor,
escuchándote, Señor:
tú eres mi amor y mi credo.

Mi Jesús, dulce silencio,
a quien le puedo palpar
en mis sienes encendidas
que te sienten palpitar.
Eres hálito y salida
de quien nació para amar,
para amar con pleno amor
a quien se puede adorar.

Yo con María me quedo,
porque es la parte mejor,
escuchándote, Señor:
tú eres mi amor y mi credo.

Heme aquí, mi Dios amado,
que no me confunda más,
que nada de ti me aparte,
mi centro de gravedad.
Y que de ti yo rebose
los mares de tu bondad,
Dios hermano de los hombres,
mi Dios, mi ruta, mi afán.


Puebla de los Ángeles, 15 de julio de 2010