EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo
X ciclo C
Lc 7,11-17


Por una madre afligida
(Cántico de comunión)


“Al acercarse a la puerta del pueblo, he aquí que era conducido un difunto, hijo único para su madre, y ésta era viuda, y mucha gente del pueblo iba con ella.

Al verla a ella, el Señor se llenó de ternura por ella, y le dijo a ella: ¡No llores!

Y acercándose, tocó el féretro - los que lo llevaban se pararon en seco - y dijo: ¡Joven, a ti te lo digo, levántate!

Y se levantó el muerto y comenzó a hablar, y se lo dio a su madre.
(…) ¡Atención! El protagonista de la acción es Jesús, está claro; pero, después de Jesús, ¿quién es el personaje principal? Nos atrevemos a decir que no el muerto, sino su madre. (O, si se quiere, mitad y mitad…) Gran atrevimiento, porque es cosa más grande resucitar a un muerto que consolar a una madre... A una madre se la puede consolar sin resucitar a un muerto...

Invito a una lectura escrupulosa de las palabras (y para eso hemos vertido el texto a la letra, letra) y acaso el lector acabe dándonos razón (o, al menos, viendo la importancia de la madre en la escena). Lo que se dice de la madre es más que lo que se dice del hijo. ¡Qué detalles!: hijo único para su madre, y ésta era viuda, y mucha gente del pueblo iba con ella. Y lo mismo en las frases que siguen. Tenemos que “tocar” cada una de las frases y expresiones del texto sagrado, para apreciar en ellas la delicadeza y el alma del que está escribiendo…”

(Rufino María Grández, La madre del hijo muerto, en “El mensajero de san Antonio”, noviembre 2003).


Estribillo (cada dos estrofas)

Banquete de gratitud,
fiesta de resurrección,
que el Señor en comunión
me da la eterna salud.


Estrofas

1. Por una madre afligida
Jesús se dejó vencer:
¡Toma a tu hijo, mujer,
que tu victoria es mi vida!

2. No lloréis con triste duelo
como quien llora en derrota;
detrás de la muerte brota
la vida que inicia el cielo.

3. Pero entonces Cristo quiso
que ya la vida viniera
y que la madre sintiera
los goces del paraíso.

4. Las lágrimas de verdad
rompen murallas blindadas,
que son saetas aladas
hasta el rey de la ciudad.

5. Una mi lágrima mira,
Jesús, corazón divino,
y al darme tu pan y vino
dame lo que el pecho aspira.

6. Corazón de Dios perdido
entre la turba indigente,
corazón impenitente
que sólo amar ha sabido.

7. Yo soy muerto y tú eres vivo,
y mi madre ella es tu esposa,
y lo que pide, amorosa,
es tu poder compasivo.

8. Mi Jesús resucitado,
para siempre mi Señor,
el cántico del amor,
¡gracias!, ha comenzado.


Puebla, 5 junio 2010