Domingo
V
ciclo C
Lc 5,1-11
Mar adentro, Simón, junto a mí
(Cántico de comunión)
Mar adentro (en latín “duc in altum”) fue la consigna de Juan Pablo II
para iniciar el nuevo Milenio, Novo Millenio ineunte (6 enero 2001,
firmada al concluir la misa de clausura del Jubileo). La carta comienza
así: “Al comienzo del nuevo milenio, mientras se cierra el Gran Jubileo
en el que hemos celebrado los dos mil años del nacimiento de Jesús y se
abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, resuenan en nuestro
corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a
la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a «remar mar
adentro» para pescar: « Duc in altum » (Lc 5,4). Pedro y los primeros
compañeros confiaron en la palabra de Cristo y echaron las redes. «Y
habiéndolo hecho, recogieron una cantidad enorme de peces» (Lc 5,6).
¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita
a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a
abrirnos con confianza al futuro: « Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y
siempre » (Hb 13,8)”.
Jesús comenzó en Galilea, y el paisaje y las gentes se le metieron en el
alma y salieron hechos Evangelio en las parábolas. Nos place decir a
Jesús, en la intimidad, “dulce Jesús”, y hasta nos atrevemos a pensar en
sus “sueños” por la gloria del Padre. (Mas no decimos que Jesús fue “le
doux reveur de Galilée”, el dulce soñador de Galilea, La Vie de Jésus, de
Renan, 1863, el Hombre incomparable… y nada más).
Galilea, desde el principio, fue el drama de Jesús. Y la elección de los
primeros discípulos y compañeros de ruta nos abre el alma a esas
intenciones últimas de Jesús.
En el momento de la comunión la barca de Jesús, que es la Iglesia, nos
concentra también en esa “barquilla mía”, que es mi vida: “barquichuela
segura contigo” (Un recuerdo a Lópe de Vega, cuando ya mayor, cargado de
amores y desengaños, corazón siempre anhelante, escribía: “Pobre
barquilla mía / entre peñascos rota / sin velas desvelada / y entre las
olas sola”).
Somos una barquichuela, pero ¡mar adentro! porque Jesús es nuestro
Timonel.
Mar adentro, Simón, junto a mí:
mi Palabra es tu pesca abundante;
mar adentro en el nuevo Milenio,
que en la barca voy yo navegante.
I
Galilea es fragante memoria
de mi dulce Jesús Nazareno;
las colinas, viñedos, trigales
fueron luz en su alma y sus sueños.
La ribera del lago y las barcas,
la caída del sol y el silencio,
y la aurora que se abre tan pura
fueron suave oración en su pecho.
Mar adentro, Simón, junto a mí:
mi Palabra es tu pesca abundante;
mar adentro en el nuevo Milenio,
que en la barca voy yo navegante.
II
Las aldeas, las gentes humildes
en sus ojos paisaje se hicieron,
y en su sangre rumor cotidiano
del paisano Rabí Galileo.
Dios y el Hombre son crónica una,
al compás de un latido viviendo:
la mirada y los cinco sentidos,
son Espíritu y santo Evangelio.
Mar adentro, Simón, junto a mí:
mi Palabra es tu pesca abundante;
mar adentro en el nuevo Milenio,
que en la barca voy yo navegante.
III
Dios irrumpe en el mundo, en su Hijo,
Galilea ha escuchado el comienzo,
y una barca, cual trono de gracia,
ha ofrecido la sede al Maestro.
Se han colmado de peces las redes
a la fuerza divina del Verbo,
y la pesca ya anuncia a la Iglesia,
misionera y Madre de pueblos.
Mar adentro, Simón, junto a mí:
mi Palabra es tu pesca abundante;
mar adentro en el nuevo Milenio,
que en la barca voy yo navegante.
IV
Os haré pescadores de hombres,
de mi vida y misión compañeros;
y oiréis una voz creadora:
Mar adentro, seguid mar adentro.
Mar adentro, Jesús, en mi vida,
Timonel de mi barca en tu asiento;
- barquichuela segura contigo -
¡mar adentro de cara a los vientos!
Mar adentro, Simón, junto a mí:
mi Palabra es tu pesca abundante;
mar adentro en el nuevo Milenio,
que en la barca voy yo navegante.
Puebla, 3 febrero 2010
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