EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  



Domingo 28 ciclo B
Mc 11,15-26


Las tres miradas de Jesús


Prestemos atención al detalle del Evangelio y observemos las tres miradas de Jesús. San Marcos es particularmente plástico en su narración:
«Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús lo miró con amor.

Pero el joven se fue triste. Acaso con una tristeza que no le habría de abandonar, por muy “feliz” humanamente que le hicieran las riquezas.

Entonces “Jesús miró alrededor y dijo a sus discípulos: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!»”. Jesús miró al corro; su mirada se posó, nostálgica, en cada uno, para que nadie se dejara llevar a engaño.
“Entonces, ¿quién puede salvarse?”, le dijeron.

Viene entonces la tercera mirada de Jesús: Jesús los miró fijamente (les clavó la mirada) y les dijo: «Para los hombres esto es imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible»

El Evangelio termina con la promesas desconcertante para los más valientes discípulos: El ciento por uno – con persecuciones – y después la vida eterna.
También lo tenemos en cuenta para saborear el último dulzor de este Evangelio.


I

Fue la primera mirada
de una inmensa complacencia.
¡Felicidades, muchacho,
valiente, sigue la senda!
Rumores del corazón,
vienen de fuente sincera,
Dios es silencio que habla
cuando se escucha de veras.
Cumpliste los mandamientos,
que son alianza perfecta,
si no hay amor superior,
entonces ¿por qué te inquietas?
Pero un divino susurro,
por dentro tu anhelo orea,
son las ansias del Espíritu
que no entiende la cabeza.
Pero es si quieres…, si quieres,
que Dios a nadie le fuerza.


II

Fue la segunda mirada
de nostálgica tristeza:
¡qué difícil que los ricos
las cosas del reino entiendan…!;
¡qué despótica y cruel
es la aparente riqueza!;
¡qué difícil que un camello
se haga pequeño en la tierra,
y por ojo de una aguja,
cabeza y joroba meta!
¡Cómo endiosan los dineros
y toda la vida enredan!
Miraba Jesús en torno
al decir esta advertencia,
con los ojos empañados
por su misteriosa ciencia.


III

Fue la tercera mirada
fulgurante como estrella.
Dios sí lo puede, hijos míos,
sí lo puede con su fuerza,
que el Evangelio es la gracia
de la divina potencia.
Pues nosotros lo dejamos,
- dijo Pedro con firmeza -,
todo, por ti fascinados:
familia, casa y hacienda…
Y entonces Jesús nos dio
una muy suave certeza:
su amor del ciento por uno
y luego la vida eterna…
Jesús de fidelidad,
¡gracias por esta promesa!


Octubre 2009