EL EVANGELIO DE HOY
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

  


Domingo 2
6 B
(Mc 9, 38-43. 45. 47-48)


Los tres vasos de Jesús
Evocación espiritual como un viejo romance,
para que Jesús lo oiga en la Comunión

Un versículo del Evangelio del día: “Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa” (v.41). Ante el agua, un vaso de agua fresca - ¡míralo ahí, belleza sobre la mesa! - ¿quién no se siente poeta? El Evangelio nació junto al agua: la fuente de Nazaret y el lago de Galilea…, que le llaman “el Arpa” (Kinnéret, por la forma de arpa).

Jesús nos habla del vaso de agua que se da a un discípulo. Un discípulo caminante es un Embajador del Reino de Dios. Pero recordemos aquel vaso de agua que pidió Jesús: Mujer, dame de beber, a la Samaritana. (Cuántas veces, al llegar a Betania, Marta le habría dicho: “Maestro, ¿qué quieres?, ¿qué te apetece?” – “Un vaso de agua”).

Y aquel otro vaso de agua que pidió para morir. “Tengo sed”.

Y ese vaso de agua me lo sigue pidiendo… a mí. Dígale yo mi respuesta en la santa Comunión.



I


Este vaso de agua fresca,
que viene del manantial,
al peregrino de Cristo
con gozo lo voy a dar.

Y ¡qué cosa más humana,
más sencilla y natural
que brindar un vaso de agua
a quien ha necesidad!

Tenga, hermano, este refresco
regalo que Dios nos da;
que la fuente es generosa,
y nunca se va a agotar.

Beba, hermano, con agrado
esta humilde caridad,
y, si eres su misionero,
que te ayude a predicar.

Un vaso que nada cuesta,
el Dios bueno premiará:
con un diploma en el cielo
por toda la eternidad.

Si es solo por ser discípulo…,
¡qué grande el Señor será…!,
¡qué bella será la Iglesia,
que él ha venido a fundar!

Si un vaso por el mensaje,
tan gran tesoro tendrá,
¡qué grande es el Evangelio
de la nueva humanidad!

Un vaso, tan solo un vaso,
el vaso de la amistad,
de agua, sólo de agua,
de la fuente del lugar.


II


Ese vaso de agua fresca
Jesús pidió a una mujer,
y la mujer recelosa
no se lo quiso ofrecer…

“Mas si supieras quien pide
el agua para beber,
acaso tú pedirías
que sea él quien la dé.

Acaso tú, la andariega,
por sendas de mal querer,
acaso tú, malquerida,
la pidieras con gran sed”.

Pero Jesús te la ha dado,
oh mujer, con gran placer;
con el alma enternecida
te ha regalado la fe.

Y tú fuiste evangelista,
y bien lo supiste hacer:
tú, santa Samaritana,
cristiana, echaste a correr.

Aquel cántaro de barro
se quedó con el cordel,
y Jesús muy embebido
tu alma dentro de él.


III


Tengo sed, Jesús decía,
pidiendo una compasión,
y un soldado del Imperio
un brebaje le ofreció.

Con el alma agradecida,
el que iba a morir probó,
mas por querer muerte entera
luego sí la declinó.

Tengo sed: era un gemido,
que temblando se quedó,
y como dardo afilado
traspasa mi corazón.

Tengo sed, en cruz clavado,
y allí estaba buen ladrón;
tengo sed apasionada,
que mi vida fue pasión.

Todavía falta un vaso
por calmar la sed de Dios,
y ese vaso en mi tinaja
quizás me lo tenga yo.

¡Oh Jesús, mi Dios sediento,
mi Dios de la comunión,
tú sediento… y yo ahíto,
mas de un grande sinsabor!

Jesús, mi Dios refrescante,
con el fuego quemador…
mi vida sea tu vaso…,
soy pobre… con mucho amor.


Septiembre 2009