EL EVANGELIO DE HOY
Domingo 17º - Ciclo B

P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

 

 

Poemas del Pan de vida

Jesús celebró muchas veces la Pascua, tantas cuantos años de vida cumplió en esta tierra. Con todo, en los Evangelios la Pascua de Jesús es solo la Pascua de la Eucaristía, la de la Entrada en Jerusalén y de la Última Cena. Ésta, mencionada cuando la multiplicación de los panes, era “la Pascua de los Judíos”; para el evangelista, sin duda, presagio de la otra Pascua.

Y.. ¿qué pasó? Los exegetas, sensibles al dolor de los pueblos, al hambre que aflige a la humanidad (Caritas in veritate, 27) se complacen en ponderar el gesto del muchacho que lleva en su alforja unos panes y unos peces. Jesús hizo de aquellos panes el pan compartido del mundo. Bella interpretación con una verdad apremiante para actuar nosotros.

Pero seguramente el evangelista, que ha estilizado la escena, la ha sublimado, la ha sacramentalizado y la ha concentrado toda en Jesús, pues es Jesús mismo el que reparte los alimentos (no los apóstoles)… nos está invitando a poner toda nuestra atención en Jesús, el Señor, el verdadero y único protagonista de la escena. Jesús es el don; Jesús es el Pan.

Mas no pensemos en un episodio que la historia humana se llevó. La escena nos abre un sentido sacramental: la multiplicación de los panes… es hoy.

¡Que Jesús abra sus manos y llegue hasta mí!

 

I

Pan de Jesús

(Jn 6,1-15)

 

La Pascua de los Judíos,
presagio de la otra Pascua.
¿Dónde habrá pan abundante
para esta asamblea santa?

Lo decía en plan de prueba
Jesús cuando preguntaba,
que el Panadero sabía,
dónde el Pan vivo guardaba.

Con divina majestad,
les dijo que se sentaran.
Las aguas de primavera
el césped hermoseaban,
que era un banquete mesiánico
el que Jesús nos brindaba.

Un muchacho en su mochila
cinco panes de cebada
y dos pescados recientes
de provisión los llevaba.

 Tomó Jesús el regalo:
los panes…, y dio las gracias
al Padre de la ternura
que todo don nos regala.

 A Jesús miren los ojos,
mírenlos… qué luz les baña,
que es oración sacramento
la oración de su mirada.

 La Iglesia que a Dios celebra
era la gente sentada,
cinco mil eran los hombres…
aquella tarde dorada…

 Y Jesús, el Limosnero
del Padre que cuida y ama,
en persona, con sus manos,
el Pan vivo regalaba.

Doce canastos sobraron
del festín de la abundancia;
que no se pierdan los panes,
que otros lo necesitaban.

 Así fue el regio banquete,
de aquella Pascua cercana.
Quisieron hacerle Rey,
pero él huyó a la montaña.

 

* * *         

 

Jesús de mi intimidad,
lo que leo es lo que pasa,
que es ésa mi Eucaristía,
con la Iglesia celebrada.

 Jesús, te veo y te gozo,
ábreme tus manos santas,
y tu mismo corazón,

cuando comulgo en tu ca
sa.

 

Tlalpan, Verbo Encarnado, 21 julio 2009.

fr. Rufino María Grández