P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM


 


26 de diciembre

San Esteban, protomártir


Al lado de la cuna hay un testigo


Noticia histórica

El “Calendarium Romanum” posterior al Vaticano II (Editio typica 1969) nos informa del origen histórico de estas fiestas que siguen al Nacimiento de Jesús. San Esteban aparece en este día en el Calendario Siríaco de finales del siglo IV y los mismo en el Martirologio de Jerusalén. Lo mismo se puede decir de la fiesta de San Juan (27 de diciembre) en ambos documentos. En fin, los Santos Inocentes los recogen el 28 de diciembre el antiquísimo Martirologio de Jerusalén (ver p. 111). Y nunca han estorbado la celebración de Navidad.

Esto significa para nosotros que, al celebrar estas fiestas, no queda distorsionado el Misterio natalicio, y, por otro lado, se aviva nuestra conciencia que nos une a hermanos nuestros en la fe, que así conmemoraban a los mártires cristianos, al menos hace 1600 años. Somos contemporáneos de una Iglesia que cubre los siglos.

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Al componer este himno nos atenemos a los datos que de forma narrativa nos dan los Hechos de los Apóstoles (No entramos en discusiones técnicas del origen de las fuentes), y presentamos el martirio de Esteban como una copia del primer mártir que es Jesús.

Muchos años después de componer este himno, hemos visto la catequesis que Benedicto XVI en audiencia general dio sobre san Esteban (10 enero 2007).
Nos interesa destacar la exégesis que el Papa hace de la presencia del joven Saulo en el martirio de Esteban:
“En particular, Lucas especifica que los que lapidaron a Esteban «pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo» (Hechos 7, 58), el mismo que de perseguidor se convertiría en apóstol insigne del Evangelio. Esto significa que el joven Saulo tenía que haber escuchado la predicación de Esteban, y conocer los contenidos principales. Y San Pablo se encontraba con probabilidad entre quienes, siguiendo y escuchando este discurso, «tenían los corazones consumidos de rabia y rechinaban sus dientes contra él» (Hechos 7, 54).

Podemos ver así las maravillas de la Providencia divina: Saulo, adversario empedernido de la visión de Esteban, después del encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco, reanuda la interpretación cristológica del Antiguo Testamento hecha por el primer mártir, la profundiza y completa, y de este modo se convierte en el «apóstol de las gentes». La ley se cumple, enseña él, en la cruz de Cristo. Y la fe en Cristo, la comunión con el amor de Cristo, es el verdadero cumplimiento de toda la Ley. Este es el contenido de la predicación de Pablo. Él demuestra así que el Dios de Abraham se convierte en el Dios de todos. Y todos los creyentes en Cristo Jesús, como hijos de Abraham, se convierten en partícipes de las promesas. En la misión de san Pablo se cumple la visión de Esteban”.


Al lado de la cuna hay un testigo,
un siervo de Jesús, de nombre Esteban;
su muerte es una copia de discípulo,
que quiere parecerse a la primera.

Esteban es amor y diaconía
y lleno del Espíritu es profeta;
¿quién puede resistir al Dios anuncio,
al ímpetu divino de la Iglesia?

Esteban contemplaba iluminado
la gloria del Dios vivo hecha presencia,
y a Cristo, Hijo del hombre, junto al Padre,
que estaba en pie, dispuesto a la defensa.

Quien no cayó vencido en limpio juicio
cayó a pedradas fuera de la puerta;
lo último que dijo fue perdón:
Acógeles, Mesías de Promesas.

La sangre así vertida florecía,
que Saulo, sin saberlo, estaba cerca;
Jesús en cruz, amor que siempre mana,
callando preparaba su cosecha.

Esteban, coronado tú el primero,
vestido de su gracia y de su fuerza;
contigo le cantamos en un coro:
¡Por ti, Jesús invicto, sea fiesta! Amén.