Himnos de Adviento
Virgen de la Esperanza
(2)
La flor se llama esperanza
Toda la Sagrada Escritura gira en el gozne de dos palabras: promesa y
cumplimiento, profecía y Evangelio, anuncio y cumplimiento, sombra y
realidad. El Verbo se hizo carne; Dios se hizo Sí, y definitivamente
fueron verificadas todas las promesas. Esta vez la promesa ya no es de
otra cosa; la promesa es anuncio de Sí mismo en el misterio de la
consumación. Por Él y con Él nosotros seremos consumados en nuestra
vocación humana.
A María podemos
contemplarla en esta dialéctica de la esperanza cristiana. ¿Quién es
María? Es flor de esperanza; y el fruto de esta flor es el milagro de su
propio Hijo. María es pura esperanza; su tesoro, el don que se le ofrece.
En Adviento nos acercamos
a nuestra Madre y percibimos el misterio de nuestra esperanza, base de
nuestra existencia. Lo tocamos en su carne y lo cantamos. María es la
Virgen de la Esperanza. Muchos fieles miran con piedad el 18 de diciembre,
distinguido como el día de la Expectación del parto, día de la Virgen de
la Esperanza. Pero la Virgen de la Esperanza es la Virgen de todos los
días de Adviento.
Ha crecido el vientre de
la Virgen encinta. Ya la esperanza es fruto maduro que va a nacer.
Misterio de la esperanza que reside en el alma y en la carne de María: La
flor se llama esperanza, crecida en la Tierra Virgen. Llamar a María
“Tierra Virgen” procede de san Ireneo, cuando explica: “¿de dónde procede
la esencia de la primera creatura? De la Voluntad y de la Sabiduría de
Dios y de la tierra virgen” (Demostración de la predicación evangélica,
32). Así nació Adán, y este misterio de corporeidad se cumplió en Cristo,
que nació de la Voluntad y Sabiduría de Dios y de la Virgen.
¡Oh Virgen María, baña nuestras vidas con la suave luz de tu esperanza!
La flor se llama
Esperanza
crecida en la Tierra Virgen,
y el fruto será el milagro
que nadie piensa creíble:
en tallo de nuestro huerto
Jesús echó sus raíces.
La flor se llama Palabra,
anuncio que el ángel dice;
lo dijo Dios y ha de ser,
que el mundo a su voz existe;
Esposa y Madre del Verbo,
María cree y bendice.
La flor en la Trinidad
y el fruto un vientre concibe;
María es Madre del orbe
por este Infante que gime;
del cielo el Verbo venía,
buscaba una Madre humilde.
La flor de su hermoso rostro
miraba al Dios que habla y vive;
la Virgen obedecía,
esclava que nada pide;
oraba al Misericorde
y Dios la quiso su estirpe.
¡Oh Virgen de la esperanza
que tienes cuanto creíste,
por Ese que en brazos llevas
nosotros somos felices:
contigo le bendecimos
a quien de gracia te viste! Amén.
Jerusalén, 18 diciembre
1986
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ
(letra), FIDEL AIZPURÚA (música), Capuchinos, Himnario de la Virgen María.
Ciclo anual de celebraciones de la Virgen en la Liturgia de las Horas.
Burlada, Curia provincial de Capuchinos 1989. pp. 22-25.
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