P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM


 

4 de octubre
San Francisco de Asís

Ven, Francisco


Francisco trajo al mundo una nueva primavera, dijo Dante. Por eso, a su paso nos hirió con una nostalgia que revive de continuo. Ven, Francisco.

El Francisco que añoramos no es el vagabundo de los caminos; no es el pacifista filántropo, no. Es el cristiano, el traspasado de amor con las heridas de Cristo. Es el enviado en la misión apostólica (Mt 10), sin alforja y sin dinero en el cinto. El de las Bienaventuranzas: ¡Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia!

Es el profeta sin amargura. Es el penitente gozoso que llora la Pasión del Señor, “como si la estuviera presenciando con sus propios ojos” (San Buenaventura). Es el Ángel del sexto sello (Ap 7 y San Buenaventura).

A este Francisco nos dirigimos como juglares que van cantando por los pueblos. Ven, ángel de buenas nuevas, háblanos de Jesucristo.


Ven, Francisco, a tus hermanos,
visita a los pobrecillos;
ven traspasado de amor
con las heridas de Cristo;
como nueva primavera
después del invierno frío,
¡ven Francisco!

Ven, que los hombres te vean
por el mundo peregrino:
liberado, sin alforja
y sin dinero en el cinto;
y anuncia la Paz y el Bien
con tus labios florecidos,
¡ven Francisco!

Ven con los brazos sin armas,
hermano suave y pacífico;
ven, menor de los menores,
de corazón compasivo;
profeta sin amargura,
ven con el ramo de olivo,
¡ven Francisco!

Ven, penitente gozoso
que lloras de regocijo,
Heraldo loco de amor
y paz de los enemigos;
ven por los barrios y plazas,
juglar del perdón divino,
¡ven Francisco!

Ven, ángel de buenas nuevas,
háblanos de Jesucristo;
ven, boca del Evangelio,
cristiano sabio y sencillo;
hermano tan deseado,
Francisco tan bien querido,
¡ven Francisco!


Miranda de Arga, 1977


Nota. Esta poesía fue publicada en la revista Hermano Francisco (Valencia), n. 578, nov.-dic. 1977, p. 25. Posteriormente pasó a la Liturgia de las Horas de la Familia Franciscana e incluso a la Liturgia de las Horas de América Latina. Musicalizado por Fidel Aizpurúa (Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona, 1983, pp. 225-231), con la introducción correspondiente. Como allí se advierte: “Estas cinco estrofas no están pensadas originariamente para la liturgia de las Horas, sino para una celebración franciscana”.