P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM

SAN PÍO DE PIETRELCINA (2)
Sacerdote con las llagas de Cristo
23 de Septiembre

 




La Cruz pascual ha hundido sus raíces


LAUDES



“Un reclinatorio, un altar, un confesonario”, ésta es la vida y carisma del Padre Pío (Alessandro da Ripabottoni).

Para cantar a Cristo Redentor en los Laudes matutinos por su siervo Pío de Pietrelcina, miramos esas manos que un día fueron llagadas ante el crucifijo, orando en el reclinatorio, después de haber celebrado la Eucaristía (20 septiembre 1918), y que se hicieron fuente de gracia absolviendo en el confesonario. Desde entonces las llagas que llevaba por dentro, le acompañaron toda la vida, 50 años, hasta la víspera de su muerte (23 septiembre 1968).

Todo arranca de la Cruz pascual, que ha hundido sus raíces en el fecundo huerto de la Iglesia. Esas llagas son la vida del Padre Pío. Él se sintió llamado a una “grandísima misión”; él, efigie de Jesús Crucificado, fue asociado a la obra redentora de Cristo. Por ello, en ti glorificamos al Amado, que a su misión de amor te abrió la puerta.

El Padre Pío, con su diestra alzada en sacramento, ha dejado fluir el río vivo de la gracia, acogiendo y perdonando. Recordamos a Jesús que vio a los ángeles celebrando fiesta ante el trono de Dios por un pecador que se convierte.

En la doxología nos atrevemos a llamar a Jesús Sangre de tu Padre, porque el amor infinito del Padre latía en la Sangre del Hijo. Glorificamos a Cristo Redentor, misericordia desbordada de Dios, que con sus llagas gloriosas de Pascua es la vida de la nueva creación.



La Cruz pascual ha hundido sus raíces
en el fecundo huerto de la Iglesia;
con sangre de Jesús está regado
y brotan rojas rosas y azucenas.

Las cinco heridas, fuentes del Espíritu,
nos dicen que Dios ama con sus venas;
metido en esas llagas alguien sufre
y en él se quedan dentro y fuera impresas.

Efigie de Jesús Crucificado,
herido padre Pío, don y ofrenda,
en ti glorificamos al Amado
que a su misión de amor te abrió la puerta.

Un río vivo fluye de tus manos
a quien, buscando a Cristo, a ti se acerca,
y por tu diestra alzada en sacramento
los ángeles de Dios celebran fiesta.

¡Oh buen Jesús, oh Sangre de tu Padre,
en El la gratitud y gloria sea,
a ti, misericordia desbordada,
que en tus gloriosas llagas nos recreas! Amén.