15 de julio
San Buenaventura
Seráfico Doctor Buenaventura
A San Buenaventura (1218-1274) lo llamamos el Seráfico Doctor, (y en la
familia franciscana “nuestro seráfico Doctor San Buenaventura”).
“Seráfico” es el Ardiente; los Serafines de Is 6, cuando el profeta cae
extático ante el trono divino el día de su vocación, son los Ardientes que
alaban a Dios Santo, Santo, Santo. Es la única vez que los Serafines
aparecen en la Escritura.
San Buenaventura, ¿quién es? Un enamorado de Jesús. Este es el rasgo
esencial de su espiritualidad. Un teólogo especulativo y místico, que ha
hecho del amor su camino y método y ha contemplado en el Bien el ápice de
la revelación de Dios uno y trino.
Doctor en medio de la Iglesia, es, como
Santo Tomás de Aquino, luz y sabiduría del pensamiento cristiano.
Para nosotros, miembros de la familia
franciscana, es además, guía en nuestro camino. La Orden le encomendó
darnos la verdadera efigie de Francisco. Tomó a Jesús Crucificado como
pauta de la vida que iba a escribir, y escribió la vida de nuestro
Iniciador como un itinerario de apariciones del Crucificado.
Se cuenta que Santo Tomás, al verle empeñado en esta tarea, dijo: Dejad a
un santo que escriba la vida de otro santo.
Cantemos a Cristo, al recordar al Seráfico Buenaventura. Cristo en su
misericordia nos bendiga.
(Nota. Después de escribir este himno,
debemos añadir: El Papa Benedicto XVI, que en su juventud trabajó la tesis
doctoral para la Habilitación en la libre docencia sobre San Buenaventura
(año 1957), el 6 de septiembre de 2009 visitó Bagnoregio, patria de san
Buenaventura, y pronunció un discurso a la población reunida en la plaza
sobre San Buenaventura Buscador de Dios, Cantor de la creación y
Mensajero de la Esperanza. Posteriormente ha dado al pueblo cristiano,
en tres audiencias generales, tres catequesis sobre san Buenaventura: 3,
10 y 17 de marzo).
Seráfico Doctor Buenaventura,
unción y pensamiento unificados;
la ciencia del amor tus alas son,
y es tu mansión Jesús Crucificado
Tu mente es armonía que deleita,
de Adán memoria, de antes del pecado;
y el todo universal tu inmensa casa,
belleza del Señor en su sagrario.
Contigo deseamos caminar,
por ese itinerario que has trazado:
vestigio, imagen, clara semejanza
misterio son de Dios por tres peldaños.
Jesús, que es la dulzura, es quien conduce
y al término del viaje espera el tránsito:
dejad atrás la mente y el afecto
y quédense la amada y el amado.
Con alma ardiente y mano mesurada,
la vida y regla diste a los hermanos:
narraste así la vida de Francisco,
escrita por un santo de otro santo.
A Cristo excelso, fin de los deseos,
la luz del paraíso que esperamos;
a Cristo, a quien adoran serafines
miremos contemplando, ¡oh adorado! Amén.
Cuautitlán Izcalli, 14 julio 2004
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