I. Himnos
múltiples para el tiempo pascual
La tumba abierta
dice al universo
La solidaridad de Hombre-Historia-Cosmos es una verdad firme en la
teología del Antiguo Testamento. Y Pablo ha recibido como herencia este
pensamiento, que lo acepta de buen grado. El texto místico de Rm 8,20-22
lo dice a las claras: “La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad,
no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser
liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa
libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime
hasta el presente y sufre dolores de parto”.
En la resurrección
de Jesús se anuncia ya la armonía que ha de existir entre el cuerpo de
Cristo y el cosmos.
Podemos invitar,
pues, como en el Cántico de los Tres Jóvenes, de Daniel, a todas las
criaturas a que griten de júbilo porque con la resurrección de Jesús se
les introduce ya en la redención final.
La tumba abierta
dice al universo:
“¡Vive! ¡Gritad, oh fuego, luz y brisa,
Corrientes primordiales, firme tierra,
al Nazareno, dueño de la vida.”
La tumba visitada está exultando:
“¡Vive! ¡Gritad, montañas y colinas!
Le disteis vuestra paz, vuestra hermosura,
Para estar con el Padre en sus vigilias.
La tumba perfumada lo proclama:
“¡Vive! ¡Gritad, las plantas y semillas:
le disteis la bebida y alimento
y él os lleva en su carne florecida.
La tumba santa dice a las mujeres:
“¡Vive! ¡Gritad, creyentes matutinas,
la noticia feliz a los que esperan,
y colmad a los hombres de alegría!
¡Vive el Señor Jesús, está delante,
está por dentro, está emanando vida!
¡Cante la vida el triunfo del Señor,
su gloria con nosotros compartida!
Nota. El himno, como otros,
fue incorporado a la Liturgia de las Horas para México y otros países de
América Latina (1979).