EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

I. Himnos múltiples para el tiempo pascual



La muerte ha madurado de ternura


Contemplar el rostro de Jesús en una imagen que llega a nuestros ojos en un icono es un acto teologal. Así sucede cuando la contemplación, más allá de un deleite estético, que no lo excluimos sino lo integramos, es apasionada vivencia de fe. La contemplación reposada del icono de Jesús, por su poderosa fuerza simbólica, se parece a un sacramento. El rostro que vemos es signo del encuentro de corazón a corazón que se está operando.

¿Qué dice, pues, el rostro de Jesús? El rostro de Jesús nos dice que la muerte lo ha madurado con infinita ternura. Entiéndase: es nuestra manera de hablar para apuntar al misterio inefable. En la muerte se desentraña exhaustivamente el amor del Padre, y esto queda reflejado en el rostro de su Hijo. Los pintores artistas de oriente y de occidente con su pincel místico quieren dar un reverbero transcendente al semblante humano de Jesús. Cuando miramos a Jesús tenemos que adivinar toda la estremecedora y dramática ternura de la Trinidad, porque la vida del Padre, del Hijo y del Espíritu está en esos ojos dulcísimos, en esos labios de amor, en ese pecho donde alentamos todos los peregrinos de esta tierra.

Recordemos aquella palabra de S. Ignacio a los Romanos: "Jesucristo nuestro Dios, ahora que está con su Padre, es cuando más se manifiesta" (III, 3).

Para cantar, pues, el acto de contemplación del icono de Jesús este himno.


La muerte ha madurado de ternura
tu rostro, luz de Dios, semblante humano;
el paso por la Cruz ha embellecido
tus ojos, tus mejillas y tus labios.

Y ahí estás, Jesús, para mirarte,
del Padre y del Amor icono exacto;
mirarte es comunión y paraíso,
perdidos en tu faz, por ti mirados.

Tu imagen es presencia y sacramento,
el don total de Dios en ti donado:
tu frente es el reflejo del Espíritu,
tus ojos son el Padre remansado.

Con cuerpo de una Virgen tú naciste
y en ese cuerpo Dios está entrañado,
mas luego de tu muerte eres más cuerpo,
de Dios perdón purísimo retrato.

Tus ojos y los nuestros se han fundido,
oh Dios a quien miramos y adoramos,
oh dulce rostro, pasto del amor,
en esa tu mirada, Amado, báñanos.

¡Exhausto manantial, manante siempre,
oh rostro del secreto revelado,
deleite de pupilas, oh Jesús,
a ti el amor hermoso en nuestro canto! Amén.


Jerusalén, 19 octubre 1986

RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos, Himnario de las Horas. Editorial Regina, Barcelona 1990