EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

I. Himnos múltiples para el tiempo pascual



El pan de Tiberíades


El domino III de Pascua se proclama en la liturgia eucarística el Evangelio de la aparición en Tiberíades. Escena entrañable, con una poderosa fuerza sugeridora. Al contemplar esta escena, nos centramos en el banquete que Jesús ofrece: “Venid, comed” (Venite, prandete, dice la versión latina).

Jesús ha preparado un convite sagrado. El “toma el pan” y con sus manos lo “da”; igualmente el pez. Estamos en un convite del Resucitado. En un convite hay comida, ciertamente; pero, con la comida se produce un clima: encuentro, conversación, apertura a la intimidad de los amigos. Cuerpo y alma salen refocilados, y luego uno comprende que la comida espiritual ha sido más sabrosa que los manjares del cuerpo.

En este episodio evangélico disfrutamos de un convite de Jesús Resucitado. ¿Y Jesús mismo comió con ellos?, ¿hay que suponerlo para dar sentido completo a la narración?
Nada dice el evangelista..., porque Jesús mismo, que al manifestarse se está dando, él es banquete. Y así, al tiempo de leer el relato, nosotros percibimos, con el misterioso instinto de la fe, que la Eucaristía es Tiberíades. “Era de Eucaristía... y es el pan y coloquio...” ¡Dichosos nosotros!

Esta escena nos invita a hacer de la comunión eucarística verdadero banquete del corazón. La presencia del Resucitado suscita intimidad, diálogo amoroso, suave deleite que se nos brinda gratis.

Y esto ocurre en Tiberíades, que es evocación de milagros y parábolas, allí donde hoy está el Santuario del Primado, precisamente al pie del Monte de las Bienaventuranzas. Queremos evocarlo, conmovidos, en este himno pascual y eucarístico.


Con el pan de sus manos,
con un pez en las brasas,
al frescor matutino
el Señor invitaba.
Acercaos, amigos,
que esperando yo estaba.

Memorial y Evangelio
era el lago y la barca,
por aquí las parábolas
y las gentes sanadas.
Acercaos, amigos,
a la mesa de Pascua.

Se ha sentado la iglesia
a Jesús arrimada.
Era el cielo y la tierra
y una lumbre muy cálida;
la divina presencia
era el hombre que hablaba.

Y era de Eucaristía
el convite del alba:
y es el pan y el coloquio
y dulzura que sacia,
descansar a tu lado
tras la noche bregada.

¡Oh Jesús de la paz
en el pecho palabra,
oh silencio de amor
cuando aguardas y callas,
oh delicia y latido
cuando tocas el alma!

Desde el lago querido
suban voces de gracias.
Por ti canten los montes
y las límpidas aguas,
oh Jesús que te quedas
y tu Cuerpo regalas. Amén.


Estella, 29 de abril de 2001, Evangelio de hoy. (Beatificación del Obispo Manuel González, el Obispo del Sagrario)