EL AŃO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

IV. Himnos para la Ascensión y espera de Pentecostés

 

Con firme voz de Hijo en obediencia
(El Espíritu anhelado)

(Entre la Ascensión y Pentecostés)


La semana que va de la Ascensión (entre nosotros ahora el séptimo domingo de Pascua) a Pentecostés, es una semana deliciosa, particularmente bella, y rica de mensajes divinos sobre el Espíritu que Jesús ha prometido. Él se marchó. “Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya” y, al marcharse, completó su obra. No existe Jesús sin el Espíritu, ni tampoco existe el Espíritu sin Jesús. Nosotros vivimos a Jesús, al único Jesús, “espiritual”. Y vivimos al Espíritu, porque en Jesús se ha hecho visible y acariciable.

Este himno está pensado para esa semana íntima, en la que la Pascua se concentra en un anhelo: la venida del Espíritu.
Jesús, al morir, entregó el Espíritu. Sí, entregó su espíritu al Padre, destino de toda humana criatura, y místicamente entregó el Espíritu a la Iglesia. En todo caso, el manantial de agua y sangre que brotan de su costado alanceado y que ha quedado abierto, son dones espirituales para la Iglesia; son efusión del mismo Espíritu.

Recordamos al Espíritu desde la ausencia de Jesús, para que este recuerdo sea meditación y plegaria.

Espíritu de la Pascua de Jesús, Espíritu de amor, ven y llena nuestros corazones.


Con firme voz de Hijo en obediencia,
“Ya todo está cumplido”, nos decía;
bajó después la frente, y de su pecho
el río del Espíritu irrumpía.

Oculto se quedó, mas no apagado,
Jesús tras la serena despedida;
dejó en prenda a la Iglesia el vivo anhelo,
el suave amor que da su cercanía.

Del seno de su Padre donde mora
el fuego del amor él nos envía,
la brisa milagrosa de la tarde,
el río hermoso y fresco de la vida.

Espíritu, corona de la cruz,
fulgente amanecer del Bello Día,
Espíritu abogado de la Iglesia,
Espíritu de fuerza y de caricia.

Espíritu de Pascua consumada,
promesa de consuelo y profecía,
Espíritu, ˇoh sello de una muerte
cambiada en sacramento y energía!

ˇSeńor Resucitado, el Hijo bueno,
que, al darte, das el don que deifica,
la gloria sea tuya, sea vuestra,
en santa Trinidad y paz divina! Amén.


Estella, 30 de mayo de 2001