III. Himnos
pascuales enviados como felicitaciones
La Pascua es
nuestra fe y nuestro ámbito
Entrando por la vía del amor, al contemplarle, exclamamos: ¡Dios mío, yo
te amo! Y envolvemos el santo cuerpo de Jesús Resucitado de flores, de
caricias y de besos.
Pero ese mismo
Cristo terminal de nuestra raza, es el punto total de nuestros
pensamientos. Y ahora desgranamos ante él pensamientos que intentan decir
lo indecible, puesto que Jesús Resucitado es la nueva creación del Ser
Real y del Ser pensado. Él es el Deus Homo, el Dios-Hombre. Pablo intentó
decir que Jesús llegó a la Filiación en la Resurrección: “constituido Hijo
de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección de
entre los muertos, Jesucristo, Señor nuestro” (Rm 1,4). La carta a los
Hebreos nos recuerda el oráculo del salmo: “Tú eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy” (Sal 2,7; Hb 1,5).
Con todo ello nos
detenemos ante el dintel del misterio.
Ese es el lugar de
este himno: el dintel del misterio. Desde ahí contemplamos y alabamos a
Cristo.
La Pascua es
nuestra fe y nuestro ámbito:
Yo creo en Pascua y Pascua yo confieso,
en tus divinos brazos sepultado
y amanecido en ti, Jesús eterno.
Tu Pascua es filiación, divinidad,
Encarnación colmada en tu misterio;
es diálogo de Dios y creatura,
llamada a contemplar este secreto.
Tu Pascua es mi futuro y consistencia,
mi ser de hoy al tuyo, oh Cristo, abierto;
tu Pascua es comunión que deifica,
y me hace ser contigo tu proyecto.
Tu Pascua es creación, revelación,
eternidad inmersa en este tiempo;
tu Pascua es don de Dios asegurado,
el gozo celestial del universo.
Tu Pascua es mi esperanza y mi delicia,
el hoy de Dios, que junta tierra y cielo,
la llave de la vida vencedora,
la Paz establecida que queremos.
¡Jesús, mi Dios, mi Hombre y Yo asumido:
Irradia luz pascual en tus destellos!
¡Bendito y santo tú, Amor de Hijo,
Bendito tú, el Último y Primero! Amén.
Estella, 9 marzo 2008, 12.45 de la noche.