III. Himnos
pascuales enviados como felicitaciones
Cuanto la lengua a
proferir no alcanza
Una vez más nos dirigimos al cuerpo del Señor resucitado, futuro de toda
la historia que viene. En estas estrofas de cinco versos endecasílabos,
sin preocupación por la concordancia o asonancia literaria de las
terminaciones, el pensamiento y el amor quisieran ser densos desde la
teología y la contemplación.
¿Qué es el cuerpo
del Señor? ¿Qué es su santa carne? Es el todo: Cuanto la lengua a
proferir no alcanza, tu cuerpo nos lo dice.
El cuerpo del
Señor es la fuente bautismal. ¿No nos ha enseñado Pablo en este
sentido?
El cuerpo del
Señor, cuanto el amor humano sueña y quiere, es secreto de la
creación, luz de las estrellas.
El cuerpo del
Señor es la herencia trinitaria; y es el principio de lo que será la vida
divina.
Este es el cuerpo
incorruptible que nosotros queremos contemplar en su vuelo ascensional;
este es el cuerpo de cuyos labios ha fluido el Espíritu, como testifica
Juan: "Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo" (Jn 20, 22).
Con este cuerpo,
nosotros, salvados, ascendemos hasta la diestra poderosa.
Cuanto la lengua a
proferir no alcanza
tu cuerpo nos lo dice, ¡oh Traspasado!
Tu carne santa es luz de las estrellas,
victoria de los hombres, fuego y brisa,
y fuente bautismal, ¡oh Jesucristo!
Cuanto el amor humano sueña y quiere,
en tu pecho, en tu médula, en tus llagas
vivo está, ¡oh Jesús glorificado!
En ti, Dios fuerte, Hijo primogénito,
callando, el corazón lo gusta y siente.
Lo que fue, lo que existe, lo que viene,
lo que en el Padre es vida incorruptible,
tu cuerpo lo ha heredado y nos lo entrega.
Tú nos haces presente la esperanza,
tú que eres nuestro hermano para siempre.
Contigo sube el mundo cuando subes,
y al son de tu alegría matutina
nos alzamos los muertos de las tumbas;
salvados respiramos vida pura,
bebiendo de tus labios el Espíritu.
Cautivos de tu vuelo y exaltados
contigo hasta la diestra poderosa,
al Padre y al Espíritu alabamos;
como espigas que doblan la cabeza
los hijos de la Iglesia te adoramos. Amén.
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (música) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos,
Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona 1983. 123-126.