TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 

Secuencia

de
 
Himnos para un día de Navidad (4)


De Dios nace la Gloria y a Dios vuelve


El día de Navidad, inicio de una octava plena, culmina con las segundas Vísperas. El tema de este himno es la Gloria. Sin salir de la celebración específica del misterio del Nacimiento, estamos pensando en la gloria consumada, y por eso el himno empieza: De Dios nace la Gloria y a Dios vuelve. No se puede celebrar la Natividad del Señor separada del misterio de la Trinidad, principio y fin. Contemplando esa Gloria de la Trinidad, irradiando, abrasando en la cuna del Dios nacido.

Volvemos sobre la realidad divina del Hijo. Él es el Creador, tema que ha estado constantemente presente en la tradición litúrgica navideña. Gime en las pajas “et in caelis regnat”.

La visión del Niño, nimbado en la Gloria que le pertenece, la Gloria del Padre, nos lleva al misterio de la Resurrección. Contemplamos simbólicamente, en la unidad del misterio, la Resurrección de Jesús en la estrella evangélica: las pajas nos anuncian las espinas, y, la estrella, la luz tras el Calvario.

En la misma atmósfera de Gloria proclamamos: Hoy es fiesta, fiesta celeste y fiesta nuestra. Hoy se consigue el cielo. El cielo queda abierto, como en el día de la Resurrección del Señor. El cielo es nuestro porque es nuestro el Verbo que habita en el cielo y que hoy y para siempre es Verbo Emmanuel.

La doxología quiere estar bañada en este mismo misterio de Gloria.


IV. Gloria
(Segundas Vísperas de Navidad)


De Dios nace la Gloria y a Dios vuelve
y en el Hijo nacido está abrasando;
¡oh mundo de dolor, bañado en fuego,
exulta y goza, limpio de pecado!

Gimes, lloras cual lloran los nacidos,
pero en el cielo, ¡oh Niño!, estás reinando,
y sin alzar la mano creadora
por tu poder el orbe va girando.

Dios y el hombre se juntan en tus venas,
un solo corazón y tierno abrazo;
las pajas nos anuncian las espinas,
y la estrella, la luz tras el Calvario.

Esa vida que surge en oleada
desde tus ojos seca nuestro llanto;
los videntes de Dios, a ti inclinados,
a ti, Inmortal amado, te adoramos.

Hoy es fiesta celeste y fiesta nuestra
por el Verbo Emanuel, Dios humanado;
la tierra se ha hecho cielo, Dios la habita
y el cielo se abre al Hijo y los hermanos.

Inunde la alabanza y la alegría
el misterio divino que cantamos:
¡oh Cristo todo santo, bien perfecto,
eternamente seas alabado! Amén.


Burlada (Navarra), 1982

RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, capuchino (letra) – FIDEL AIZPURÚA, capuchino (música), Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona, 1983, pp. 45-48.