TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 

Misterio de Navidad
HIMNOS VARIOS

(XXV)


El mundo se ha parado ante la Cuna
(Contemplando un belén)


Desde la inspiración amorosa y contemplativa. En capilla de La Piedad han colocado los hermanos un belén, obra de la inspiración y arte de nuestro hermano brasileño Luiz E. Mendes, de la misma fraternidad, que tiene el arte en sus dedos y el ritmo en su cuerpo. Bien sabemos que el belén nos remite al Presepio de Greccio.

Estéticamente el punto central de la inspiración arranca de la contemplación de un paisaje, y en concreto de lo que puede ser un pequeño rancho del lugar. La humilde casa de piedra - puesta una a una en su sitio, con la artesanía del campesino que ha levantado su casita - nos introduce en el alma del pueblo. Entramos en el misterio de la Encarnación: Verbum caro (Jn 1,14). La techumbre es de caña; la casita es muy pobre. El belén respira pobreza, o, más bien, humildad.

Al contemplarlo, uno se deja llevar una sensación de paz. El artista quiere lograr el ápice de su arte en la sencillez y en la unidad. Todo esto se hace no por mera artesanía, sino por un camino interior de intimidad y despojo. Y así, poco a poco, se va consumando la composición.

Las figuras son de arte de Michoacán: indígenas, vestidos de blanco con reflejos dorados; todos quietos, con actitud de paz y contemplación. Los Reyes, igual que los campesinos en sus vestidos blancos y dorados, también llevan el alma mexicana, y avanzan, sin avanzar - viniendo de lejos - a un compás litúrgico de adoración, como en una procesión sacra.

Las ovejitas no miran al portal sino que elevan sus ojos a la Gloria de Dios, porque han quedado deslumbradas por la aparición del Ángel que anuncia a los pastores. Nos trasladan, pues ella, al misterio de la Gloria de Dios, de donde nace la Navidad: Gloria in excelsis Deo.

El paisaje, quieto en el piso o erecto en sus ramitas que se levantan al cielo, transpira también oración.

Teología del himno. El belén está compuesto con una teología sencilla y sin fondo: Jesús en el centro; el mundo en torno a él; el mundo en adoración.

JESÚS, el Pequeñuelo, arrebozado como un tamalito, como en los clásicos iconos lo ponían fajado con los lienzos del sepulcro para significar en el nacimiento el misterio de la resurrección, Jesús, el único, es el del Misterio Pascual. En el belén Jesús es el centro y no hay nada que nos distraiga de él. Todo el belén es para Jesús.

Jesús, gozne, eje, centro, es el punto de gravitación de todo el universo. Se percibe. Todas las criaturas se levantan hacia él. Contemplemos las ramitas que salen del paisaje; todas se levantan por él. Contemplemos, además, un misterio eucarístico que, de pronto, no se percibe: La lamparita del sagrario se ha trasladado al portal, donde está el Niño.

Y ahora miremos a las figuras, de arte indígena de Michoacán. Todas las figuras, con su talla ingenua, están en una actitud litúrgica. El mundo ha quedado quieto y todos los personajes en ellas representados. Ninguno corre; parecen no tener pies, ocultos por la vestimenta que llega al suelo. Todos están en asombro, en adoración. Todos están en Eucaristía.

Y la fraternidad, que en el aula dialoga y comparte, en la capilla escucha al Señor y adora. Esta es nuestra Navidad.


El mundo se ha parado ante la Cuna,
y adora con asombro, estremecido:
Jesús, el Pequeñuelo, en pajas yace,
y en un pesebre es gozne de los siglos.

El Dios de Dios, el todo Santo, y Fuerte,
que existe desde tiempo sin principio,
está durmiendo, al son de nuestro amor,
y en brazos de una madre está mecido.

Venid, el orbe entero, humildemente,
los reyes y plebeyos, y sentidlo;
sentid el corazón del Creador,
que en este Hijo tiene su latido.

Venid, hermanos todos, y arrimaos,
dejad vanas ideas y artificios;
pausad el corazón, vacío y solo,
y henchid de Dios el cuerpo y los sentidos.

Venid como la pobre campesina,
con frutos de la tierra en su cestillo;
venid, latiendo el paso en oración,
Venid como Francisco, el Pobrecillo.

¡Oh Dios amor, mi Dios y mi regalo,
en pura sencillez acaecido:
que el orbe amor respire, amor exhale,
y sea el mero amor el bello himno! Amén.


La Piedad, Mich. (México), 27 diciembre 2005