Misterio de Navidad
HIMNOS VARIOS
(VI)
Misterio de carne nuestra
Himno para celebrar el nacimiento del Señor con el corazón embargado de
dulzura, como verdaderos cristianos.
Recordemos a san Francisco de Asís en su Navidad de Greccio,
tres años antes de su muerte. “Luego predica al pueblo que asiste, y tanto
al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén
dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer mencionar a Cristo
Jesús, encendido en amor, le dice el "Niño de Bethleem", y, pronunciado "Bethleem"
como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna afección.
Cuando le llamaba "niño de Bethleem" o "Jesús", se pasaba la lengua por
los labios como si gustara y saboreara su paladar la dulzura de estas
palabras” (Tomás de Celano, Vita I, 86).
Misterio de carne nuestra… ¿Que la carne nuestra sea
misterio? Sí, ¡misterio! Sí, todas las palabras que bullen en la mente y
en la mente de toda criatura, terrestre o celeste, todas las palabras en
una sola Palabra, en Jesús Infante (sin palabras), en la Palabra
encarnada.
Misterio para contemplar, que en cada estrofa va latiendo
con admiraciones, quedándonos nosotros amorosamente pensativos y abiertos
a lo infinito.
Nota. Esta composición fue la felicitación navideña del Año Franciscano en
el VIII Centenario del nacimiento de San Francisco, 1981-1982. Al margen
de una referencia franciscana, puede suprimirse la estrofa quinta.
Misterio de carne nuestra,
¡misterio!,
palabras de Aquel que sabe
más allá de las palabras,
palabras juntadas todas
en la Palabra encarnada,
¡Palabra!
Está gimiendo en el heno,
¡gimiendo!,
el amoroso Dios nuestro,
que si por fuerza sufriera,
dejara de ser quien es,
Señor de cielos y tierra,
¡Dios nuestro!
Ternura toda del cielo,
¡ternura!,
caricia de amor divino,
ternura de piel humana:
por siempre Dios el esposo
de una esposa perdonada,
¡por siempre!
Llegaos, hombres errantes,
¡llegaos!:
un Niño mendigo y rico
trae el abrazo de paz;
al odio le ha dado muerte
con armas de caridad,
¡un Niño!
Francisco lo está adorando,
¡Francisco!;
en Greccio exulta de amor
por el nombre de Jesús,
porque si Dios ha nacido
es segura la salud,
¡en Greccio!
Bendito el Hijo de Dios,
¡bendito!
¡Oh gloria eterna del Padre,
oh regalo del Espíritu,
Jesús de santa María,
gozo del orbe y los siglos!
¡bendito!
Amén.
Burlada (Navarra), diciembre 1981
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, capuchino (letra) – FIDEL AIZPURÚA,
capuchino (música), Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona,
1983, pp. 70-74.
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