HIMNOS DE BELÉN
(En la gruta de Belén,
1984)
VI
Hic adoratus a magis
Vinieron del Oriente y preguntaron
Himno de los Magos. Los Magos son los pueblos que de lejos llegan,
impulsados por un Dios que secretamente guía. Se acercan adonde está la
revelación y adoran. Y Dios quiso que la salvación viniera de los judíos (Jn
4,22). Los Magos son el símbolo de ese arribo de los pueblos a Cristo.
Los Magos son el Oriente que
llega. El encuentro es éste: Entraron, se postraron, adoraron, le
oyeron en silencio. Los Magos son la meta de la peregrinación
humana. Bien podemos decir a Jesús, al ver a los Magos adorando: En
ti concluye el mundo, Señor mío, oh Jesucristo, Niño a quien venero.
Rendirse, adorar es la actitud del creyente. Así Tomás ante Jesús
Resucitado, a quien llama: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20,28).
En Jesús concluye el mundo y
en él comienza: comienza el orbe nuevo: la tierra toda, Oriente y
Occidente, serán una familia y tú su dueño.
Como Jesús es el núcleo de
esta unidad, en la doxología le llamamos corazón del cielo y tierra.
Vinieron del Oriente y
preguntaron
cual sabios verdaderos:
Decid dónde ha nacido el Adorable,
vosotros, oh benditos de su pueblo.
Decid a quién tenéis en vuestra tierra,
mostradnos el secreto,
y Oriente le dará la mirra, el oro,
y a él adorará, quemando incienso.
Decid cómo se llama el deseado
en vuestros libros bellos;
Oriente lo ha llamado su esperanza
y aquí llega y le trae sus deseos.
Entraron, se postraron, adoraron,
le oyeron en silencio.
En ti concluye el mundo, Señor mío,
oh Jesucristo, Niño a quien venero.
Y en ti, oh Dios, nacido de María
comienza el orbe nuevo:
la tierra toda, Oriente y Occidente,
serán una familia y tú su dueño.
¡Oh Cristo, corazón de cielo y tierra,
amor y pensamiento,
que seas adorado eternamente
y dulcemente amado hasta el extremo! Amén.
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