TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 

Hora Intermedia
(Sexta)


Aquello que ojo no vio


Los que meditan la Sagrada Escritura saben que el inicio del himno se refiere a Is 64,3, texto recogido por san Pablo en 1Co 2,9: Anunciamos lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó...

Este es el anuncio cristiano, se exprese como anuncio de la Cruz, como anuncio de la Encarnación, como anuncio de la divinidad de Cristo.

Nos remontamos, con mente contemplativa, a las esperanzas forjadas por la promesa. Muy grandes las esperanzas, más grande ha sido el regalo. Es que el regalo ha sido Dios en persona, Dios para siempre en el Hombre Cristo Jesús.

Jesús es para nosotros merecimiento - el único merecimiento -, Jesús es perdón de nuestros pecados, Jesús es salvación: y el hombre queda salvado.

En la doxología hablamos del beso al Niño Jesús: tu santo cuerpo besamos. Que nuestros besos navideños al Niño de la cuna sean en verdad doxología, porque el besar una imagen besamos al Verbo de Dios.


Aquello que ojo no vio,
ni oídos nunca escucharon,
ha aparecido en la tierra:
Jesús, el Dios humanado.

Muy grandes las esperanzas,
más grande ha sido el regalo;
es gracia, tan sólo gracia,
Dios con nosotros humano.

¡Oh Cristo merecimiento,
perdón de nuestros pecados,
contigo se abre la ruta
y el hombre queda salvado!

La Gloria habite en la Iglesia
y el gozo llene los cantos;
¡oh Verbo de Dios Altísimo,
tu santo cuerpo besamos! Amén.


Jerusalén, 1985