TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 

Festivos de Navidad - 3



A secretos nuestros, mi Dios y mi Niño
(Canción de cuna para Navidad)


Esta es una canción de cuna para el Niño Jesús y está provocada por este párrafo de la carta navideña que escribía en Navidad (2006) el ministro general de los capuchinos, Fr. Mauro Jöhri (suizo), a sus hermanos con este título: Lo tomó en brazos (Lc 2,26).

“Años atrás me encontraba en nuestro convento de Lucerna (Suiza) y el guardián me pidió si estaba dispuesto a celebrar la Misa de Navidad para los hermanos ancianos. Acepté con gusto. La tarde del 24 de diciembre celebramos la misa a las veinte horas en el coro interior. Todo resplandecía con las luces de Navidad, pero más que nada resplandecía un precioso Niño Dios de yeso, casi a tamaño natural que estaba allí en el centro del coro. Durante la homilía hablé a los hermanos del gran don que el Padre nos había hecho enviando entre nosotros a su Hijo primogénito pero mientras hablaba me vino una intuición: ¿Por qué no hacer circular de mano en mano la estatua del Niño Jesús, invitando a cada uno de los presentes a estrecharlo durante un momento entre sus brazos? Ese niño tiene mucho que hacer con la historia de cada uno de nosotros. A decir verdad, nos ha hecho don de una llamada y nosotros le dijimos que sí y le entregamos nuestra vida. (…)

Siguieron unos instantes densos de emoción. Era extraordinario ver a los hermanos ancianos coger al Niño entre los brazos y hacerlo con cuidado. Miraba a aquellas manos rudas y encallecidas, a veces deformadas por la artrosis, sin embargo, todas daban testimonio del trabajo de una vida de servicio a los demás.

Manos de albañiles, carpinteros, mecánicos o bien las más delicadas del hermano portero o del que había dispensado la misericordia de Dios. Algunos de ellos habían estado durante largos años en misiones y habían construido escuelas e iglesias, habían conducido el camión, lo habían arreglado a lo largo de la carretera cuando el motor se había estropeado, habían conocido el trabajo manual, habían desgranado numerosos rosarios.

Ahora aquellas manos recibían al Niño y se lo acercaban al corazón para mecerlo un poco, para estrecharlo consigo mismo. Es un momento que recuerdo con gran intensidad. ¡Fue un momento de gran intensidad! Estrechaban consigo un Niño de yeso que hacía referencia a Aquel al que habían entregado su vida con la profesión religiosa. ¿Cómo no recordar al viejo Simeón, que cogiendo al niño entre los brazos, exclamó solemnemente: “Ahora, Señor, deja que tu siervo se vaya en paz” (Lc 2, 29)?


1
A secretos nuestros,
mi Dios y mi Niño,
te diré a la boca
lo que a nadie digo,
que si lo escucharan
sé que escandalizo;
te diré mirando,
comiéndote vivo.

2
Te diré ternura,
Niño tiernecito,
carnita de rosa
y cuerpo mullido,
bocado sabroso
para mi apetito,
santísimo Santo,
Dios tan pequeñito.

3
Te alzaré en mis brazos,
bien apretadito,
junto al corazón,
que canta latidos.
Mi pecho caliente
será suave nido;
mi mano te enlaza,
prisionero mío.

4
Yo entiendo de besos,
en brasa encendidos,
de luz y claveles
en labios heridos.
De amores celestes
yo entiendo un poquito,
de amores humanos
y de sacrificios.

5
Para darte un beso
haré un hacecillo
de luchas que pasan,
de anhelos sufridos,
de sanas locuras,
de sueños purísimos,
y sobre tu cara
todo deposito.

6
¡Oh Dios en mis brazos,
del cielo caído!,
yo soy cual la Virgen
que te ha recogido;
yo soy tu pesebre,
mas tú eres mi trigo;
si te como entero,
yo seré tú mismo.

7
Oh Dios humanado,
Dios enloquecido:
cual Dios has jugado,
cual Dios has perdido,
y ahora te tengo
conmigo mecido,
matándote a besos,
y tú complacido.

8
Mi Dios Redentor,
perdón yo te pido;
dame en penitencia
amor desmedido.
Con alma y con cuerpo
y cinco sentidos,
te adoro y te amo,
mi Dios y mi Niño.


Pamplona, diciembre 2006