Epifanía del Señor
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Madre de la Epifanía
(Plegaria del 6 de enero)
Cuando los Magos llegaron ¿qué encontraron? No más que al Niño con María,
su madre. Y ni siquiera José aparece en escena. “Entraron en la casa;
vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron
luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra” (Mt
2,11).
Esta la imagen de la Virgen en nuestros altares: la Madre
que en sus brazos tiene al Hijo. María sin el Hijo sería nadie... Ella es
la Theotókos, la que engendra a Dios, la que lleva a Dios en sus brazos,
en su regazo.
Madre de la Epifanía,
así yo quiero invocarte,
Madre que acoge a pastores,
y a Magos peregrinantes.
En una pobre casita
se terminó el largo viaje,
allí entraron y allí vieron
a un Niñito con su Madre.
Adoraron y ofrecieron
sus dones en homenaje:
el oro, incienso, la mirra
para el Mesías Infante.
Y por un camino nuevo,
según les previno el Ángel,
se volvieron a su patria
los felices personajes.
La lección que allí aprendieron
para siempre se me grabe:
que Jesús está en María,
para quien quiera buscarle.
Mateo, el evangelista,
talló la primera imagen
de María con el Hijo,
y que nadie los separe.
Quien de verdad halló al Hijo,
a la Madre halló al instante;
y quien al Hijo no tiene
vaya a la Madre a rogarle.
Postrados como los Magos,
hoy venimos a adorarle,
Virgen de la Epifanía,
al Hijo que en brazo traes.
Tú eres la cuna y caricia,
Madre Virgen, fuerte y suave,
y de la Casa de Dios
tú eres el ama de llaves.
Tú eres Madre de la Iglesia,
la que teje los pañales,
la que en la cruz y agonía
estaba para abrazarle.
Y mi Madre también eres,
mi Madre en todos los trances,
Madre amada, Madre mía,
hasta que el Hijo me llame. Amén.
Puebla de los Ángeles, 4 enero 2010.
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