Epifanía del Señor
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Lavada está la Iglesia y
perfumada
La liturgia oriental, recogida en la antífona segunda de nuestras Visperas
de Epifanía, contempla tres prodigios en la Epifanía: “Veneremos este día
santo, honrado con tres prodigios: hoy la estrella condujo a los magos al
pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Cana; hoy,
Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos. Aleluya”.
El iconógrafo que ha dibujado
las ilustraciones para el Missale Romanum, editio tertia (2002), dibuja
este cuadro teológico en la hoja que corresponde a la Epifanía del Señor.
La Epifanía del Señor es una
triple Epifanía, y es lo que cantamos en este himno.
Lavada está la Iglesia y
perfumada,
lavada en el Jordán, que es el Bautismo;
y Dios la invita a Bodas - ¡aleluya! -,
gozad que son las nupcias de su Hijo.
Radiante está el Esposo, Luz de Luz,
nacido antes del alba y el rocío;
es bello más que el sol, cual la ternura,
que todo amor de Dios lleva transido.
¡Venid, humanos todos, adoremos,
con oro, incienso y mirra, agradecidos!:
hoy es Epifanía, Eucaristía,
pues Dios enamorado lo ha querido.
Oh Tierra hermosa, canta a tu Señor,
cantad ríos y Océano Pacífico;
hermanas criaturas, celebradlo:
que Dios es nuestro Esposo en Jesucristo.
Comed, bebed el Vino de Caná,
guardado con amor desde el principio;
es fiesta de Jesús, venid, naciones,
llegaos a la Fe, mirad al Niño.
¡Oriente y occidente a ti te alaban,
eterna Trinidad de eterno brillo!:
¡Que toda gloria vuelva al manantial,
y aquí llueva la paz y el regocijo!. Amén.
Mazatlán, Sin. (México), 2 enero 2005
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