TIEMPO DE NAVIDAD
P. Rufino Mª Grández, ofmcap.
 

 


Bautismo del Señor
3


A la fosa del mundo


El último jueves de octubre del año pasado (31/X/1985) se recuperó la tradicional peregrinación al lugar del bautismo de Jesús en el Jordán, cerca del Mar Muerto, peregrinación impedida desde la Guerra de los seis Días (1967). Y de nuevo, en este último jueves de octubre (30/X/1986) hemos peregrinados los cristianos – 12 largos autobuses – a este sitio santo, en zona fronteriza militarizada.

Cantemos a Jesús, amor de nuestra vida, al estilo de los contemplativos de Oriente. Estamos en el Jordán, de donde va a nacer el Jardín de la Iglesia. “¡Fuente de los huertos, pozo de aguas vivas, corrientes que del Líbano fluyen” (Cant 1,15). Jesús baja a la fosa del mundo (y así lo era). No hay lugar más bajo en la tierra que el nivel del Mar Muerto.

Jesús asume el pecado como propia piel. Los judíos decían que Adán por el pecado había perdido la luz (OR, con alef al inicio) que le vestía y se había quedado simplemente con la piel (OR, con ‘ayin al inicio), que no resplandecía. Jesús, bautizado, de su vestido nos dará vestido de gloria.

Jesús es el esposo. El esposo debía bañarse y perfumarse antes de ser presentado a la esposa. Acaso san Juan piense en este baño (Jn 13,10). De todas maneras, Jesús bañado y perfumado tendrá en la santa Iglesia, por su gracia, la esposa que él busca, digna de su cuerpo.

Juan el Profeta tiembla, y con razón: ¿Cómo puede el pecado bautizar a la nieve?

El bautismo de Jesús es el nuestro. Su bautismo – Jordán y luego muerte y tumba – es nuestro precioso bautismo.

Alabemos, pues, a Cristo, cuya hermosura ha quedado dentro e nosotros con sello indeleble.


A la fosa del mundo
Cristo desciende,
y se baña en el río
que del Líbano viene;
el Jordán se hizo santo
por contacto celeste.

Se vistió de pecado,
siendo inocente,
porque Adán se hizo oscuro
sin la piel esplendente,
y un vestido de gloria
le dará de su veste.

Y como era el Esposo,
bello y valiente,
a su Esposa de amor
perfumado se ofrece,
que unas nupcias divinas
en la carne acontecen.

Tiembla Juan el profeta,
él no se atreve:
¿cómo puede el pecado
bautizar a la nieve?,
¿cómo pueden las aguas
darle fuego al ardiente?

Todos juntos bajamos
cuerpo a la fuente,
y ascendimos fragantes
de su tumba y su muerte:
¡oh precioso bautismo,
que en Jesús nos sumerge!

¡Oh Jesús hermosura,
sello indeleble,
te alabamos unidos
a la voz que se siente:
eres Hijo, eres nuestro,
oh Cordero obediente! Amén.


(NOTA. Para esta interpretación véase lo que escribió el P. Frédéric Manns, OFM, profesor en el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, cuando se volvió a abrir esta peregrinación el último jueves de octubre. Cf. Revista La Terre Sainte (Jerusalem), janvier 1986).

Jordán y Jerusalén, 30 octubre (jueves) 1986.