Bautismo del Señor
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Desnudo el nuevo Adán, con
alma pura
El himno canta el Bautismo del Señor, apoyándose en el icono de la Gran
Teofanía de Oriente (ver: R. Grández, Himnos para la Navidad inspirados en
los santos iconos: “Oración de las Horas” 14, 1983, 352-357).
Podemos aclarar la letra del
himno, la intención que se busca, recordando estas palabras:
“Este himno no es descriptivo
de los elementos pictóricos del icono. Más bien quiere centrare en la
contemplación nuclear del misterio con un sentido decididamente teologal y
sacramental.
Abre el himno la
contemplación de la desnudez de Cristo, desnudez de su cuerpo, que es en
realidad la transparencia del alma pura. Teológicamente ponderamos la
impecancia y la impecabilidad de Cristo, el Inocente, al mismo tiempo que
la veracidad de su Bautismo. Bien podemos decir sin escrúpulo: Hasta el
fondo del ser es bautizado.
El Bautismo de Cristo
diviniza y origina el bautismo cristiano. Un pueblo fue bautizado en el
Mar Rojo; ahora otro pueblo es bautizado con Cristo en el Jordán. Y si
aquel pueblo concluyó el paso del Mar Rojo con el canto de la liberación,
este pueblo, bautizado con Cristo, canta igualmente su liberación.
En el Bautismo Cristo es
ungido por el Espíritu según los textos neotestamentarios. Entonces
nosotros contemplaremos que de su frente fluye la unción a todo el cuerpo”
(Art. cit.)
Desnudo el nuevo Adán, con
alma pura
penetra en el Jordán y se sumerge;
se anega en el diluvio del pecado
el que quita el pecado, el Inocente.
Está temblando Juan, tiembla su mano
al tocar la cabeza refulgente;
hoy el siervo bautiza a su Señor,
cumpliendo la justicia que Dios quiere.
Hasta el fondo del ser es bautizado
Jesús, hecho pecado libremente,
y nace del Jordán purificado
el bautismo de fe de los creyentes.
Esa carne divina diviniza,
transforma en sacramento la corriente;
el pueblo renacido en el Mar Rojo
con Cristo canta, libre de la muerte.
Es éste el Hijo amado, el Elegido,
para ungirle el Espíritu desciende;
y de su frente al pueblo redimido
se derrama la unción de aquel aceite.
¡Sea el honor con voz celeste al Hijo
en quien el Padre encuentra su deleite,
a Aquel que hasta el pecado se ha humillado
y con su amor el Padre lo enaltece! Amén.
Burlada (Navarra), diciembre 1982
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos,
Himnario de las Horas. Editorial Regina, Barcelona 1990, pp. 35-38.
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