HIMNARIO DE LA VIRGEN MARÍA
Ciclo anual de celebraciones de la Virgen
en la Liturgia de las Horas

 

Asunción de María IV

 

La aparición de la Mujer celeste en el Apocalipsis, “vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1), que va a entrar en lucha con el Dragón, está precedida de inmediato por este versículo: “Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada”. Nada extraño que los biblistas nos remitan al segundo libro de los Macabeos 2,5-8 (así las citas marginales de la Biblia de Jerusalén): “Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí metió la Tienda, el arca y el altar del incienso, y tapó la entrada. Volvieron algunos de sus acompañantes para marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo. En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a  reunir a su pueblo y le sea propicio. El Señor entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se mostraba en tiempo de Moisés, cuando Salomón rogó que el Lugar fuera solemnemente consagrado”.

En la Visitación a María Lucas contemplaba a María como Arca de la Alianza, Foederis Arca, ante la que danza Juan, el Precursor.

Tenemos licencia para componer un himno mariano en la combinación de estos pasajes.

 

El Arca apareció en el cielo, asunta
guardada para el Día del Mesías,
de leño incorruptible y perfumado,
porque era efigie bella de María. 

Moraba en las entrañas de la cueva,
incólume, según la profecía,
que el triduo de la muerte de su Hijo
en ella, la asociada, se cumplía.

Y un signo apareció de sol radiante,
relámpagos y gloria la envolvían:
el monte Sinaí que destellaba,
la Pascua de Jesús que se encendía. 

Oh Madre del Señor, intacta Virgen,
compendio de la historia en este Día,
en gracia sin mancilla amaneciste
y hoy brillas con fulgor de Parusía.

Luchó el Dragón antiguo y fue arrojado,
que el Dios de las victorias te cubría;
tu triunfo es la corona de la Iglesia,
tu tránsito, primicia y garantía.

¡Honor al Creador omnipotente,
que eternamente amaba y elegía;
a ti, oh Dios, que elevas a la humilde,
tribute cielo y tierra pleitesía! Amén.

 

15/VIII/1991