EL AÑO LITÚRGICO
EL CAMINO CUARESMAL

P. Rufino María Grández, ofmcap.

 

VI. Himnos para Pasión y Semana Santa
Común de Pasión


Viernes Santo
 


Murió el Señor bajando suavemente

 

Murió el Señor…, Murió el Señor…, Murió el Señor… Tres veces repite el himno esta frase. El cristiano se queda meditativo, absorto, contemplando lo que el amor humano no puede alcanzar.

El himno es la contemplación sagrada y litúrgica de la muerte del Señor escuchada en el Evangelio de san Juan.

Muere el Rey. En la cruz Jesús fue coronado como “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. Y Pilato dijo: Lo que he escrito, escrito está. Muere el Rey coronado, inclinando suavemente la cabeza. San Juan, testigo, nos dice: “E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30).

Prosigue el evangelista: “uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua” (v. 34).
Y a continuación añade: “Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrarán un hueso” (v. 36).

Desde entonces los cristianos –es decir, los amadores de Jesús – continuamos meditando el infinito amor, y todavía no hemos terminado. Con este amor también nosotros un día inclinaremos la cabeza.


Murió el Señor bajando suavemente
la frente coronada sobre el pecho;
sus ojos se cerraron con la imagen
de Madre y de discípulo hasta el cielo.

Aquel que en el patíbulo reinaba,
amando vencedor contra el infierno,
el Rey de los judíos, Jesucristo,
es Rey eternamente, en cruz y muerto.

No muere quien traspasa la frontera
sellado en el amor, de amor muriendo;
la vida del amor, vida de Dios,
no muere mientras Dios siga existiendo.

Murió el Señor. De lo hondo del costado
las fuentes de la vida se rompieron,
y el chorro de agua viva en el Espíritu
la vida del amor sigue infundiendo.

Murió el Señor. Quedó su cuerpo santo
expuesto sobre el ara para verlo;
y al ser Cordero víctima de Pascua,
no fue roto ninguno de sus huesos.

¡Oh Cristo como Rey crucificado,
alzado nos convocas a tu reino;
a ti suba el honor, ayer doliente
y ahora en paz y en gozo sempiterno! Amén.


Burlada (Navarra), 17 marzo 1984