VII
Himnos cuaresmales
sobre el Éxodo
7
La voz de la trompeta
(Ex 19,19)
La voz de la trompeta iba creciendo
y el monte Sinaí al son temblaba,
¡oh Monte de la Fe que estremecido
oíste hablar a Dios en tus entrañas!
«Que sea luz y nazca el bello mundo»:
la voz rompió el silencio de la nada,
y se hizo el Evangelio primitivo
el Día Uno, cándida alborada.
La voz de la Noticia abrió el oído
en tierra de Caldea a un patriarca,
creyó Abraham y se hizo peregrino
cargando al hombro sólo la esperanza.
Al pulso de la historia, pena y gozo,
la voz de una Presencia se acoplaba,
y un diálogo prendía rostro a rostro:
el Hijo oculto hablaba y escuchaba.
Jesús, silbido suave en los Cantares
y trompa poderosa en la Alianza,
abiertos aquí tienes los oídos,
ahora, aquí en silencio, mira y habla.
Jesús, perenne voz, Noticia Buena,
Palabra que en la Iglesia fue sembrada,
contigo, Santo, al Padre bendecimos:
¡oh Dios clemente, Padre de la gracia! Amén.
El núcleo de lo que intenta
cantar este himno está tomado de lo que dice san Gregorio en De Vita Mosis
II, 158-161. Recuérdese, por lo demás, la interpretación paulina del Salmo
19,5: “Y pregunto yo: ¿Es que no han oído? ¡Cierto que sí! Por toda la
tierra se ha difundido su voz [la de los predicadores del Evangelio,
Biblia de Jerusalén] y hasta los confines de la tierra sus palabras”.
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