II. Himnos
en torno a los Domingos de Cuaresma
Domingo III de Cuaresma
(Ciclos A/B/C)
Agua del pozo
quisiera
El Domingo III de Cuaresma anuncia como Evangelio el encuentro de Jesús
con la Samaritana (ciclo A). El prefacio da gracias comentando: “Cristo
nuestro Señor, cuando pidió de beber a la Samaritana, ya había infundido
en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de
aquella mujer fue para encender en ella el fuego del amor divino”.
Este himno-contemplación tiene
cuatro partes, con dos estrofas cada una de ellas. Hay en el fondo un
diálogo, como en el Evangelio de la Samaritana. Al principio habla
Jesús; en la segunda parte la Samaritana; en la tercera la Iglesia se
dirige a Jesús; y culmina en la cuarta parte con la doxología que
nosotros, comunidad celebrante, dirigimos a Cristo, Verbo fuente.
Jesús, por ser nuestro, del todo
nuestro, es el necesitado. Pide agua, y su súplica es ésta: dame, mujer,
de beber. Hasta ahí ha llegado el amor del Verbo Encarnado: mendiga el
amor de la criatura.
Pero quien necesita el agua es
otra persona. Yo soy la Samaritana, yo te pido de beber. El indigente,
ese soy yo. Puedo sumergirme en el pozo, que son esos ojos de hermosura;
puedo acercarme a esos labios cuyas palabras son agua viva.
Quien pide es igualmente la
Iglesia. En Jesús busca a Dios: Tengo sed, dame tu rostro, que vea a
Dios tal cual es (cf. Jn 14,8). Pide el don de que habla Jesús a la
mujer de Samaría. Pero el don no es otra cosa que él mismo: dame el don
que eres tú mismo.
(NOTA. Advierten las normas litúrgicas:
Estos Evangelios (III Samaritana; IV Ciego de Nacimiento y V
Resurrección de Lázaro), por ser de tan gran importancia en relación con
la iniciación cristiana, pueden leerse también en los años B y C, sobre
todo cuando hay catecúmenos).
I
(Jesús)
Agua del pozo quisiera,
que tengo en el alma sed;
si quieres, tú pues darme;
dame, mujer, de beber.
Honda está el agua, tan honda
que apenas se puede ver;
del agua fresca que mana,
dame, mujer, de beber.
II
(La Samaritana)
Tus ojos son como un pozo,
en ellos yo naufragué;
eres Profeta, conoces
la vida de esta mujer.
De tus labios agua viva
he venido a recoger;
yo soy la Samaritana,
yo te pido de beber.
III
(La Iglesia)
Yo soy la Iglesia sedienta;
vengo, cansados los pies,
y el corazón abrasado,
porque me quema la fe.
Tengo sed. Dame tu rostro,
que vea a Dios tal cual es;
dame el don que eres tú mismo,
tu amor y tu padecer.
IV
Te adoramos, Verbo fuente,
que buscas saciar tu sed;
eres corriente que viene
desde el jardín del Edén.
eres corriente que vuelve
al Padre que da el nacer;
¡seas bendito por siempre,
oh Fuente de todo bien! Amén.
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos.
Himnario de las Horas. Editorial Regina, Barcelona, 1990, 55-60.
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