II. Himnos
en torno a los Domingos de Cuaresma
Domingo II de Cuaresma
(3)
Ha transido tu carne
El himno, compuesto en Jerusalén y en un domingo cuaresmal de la
Transfiguración (lo que puede darle cierto atractivo añadido) es teológico
(quiere serlo), contemplativo y con aire pascual. El Jesús prepascual y el
Jesús postpascual – el Jesús de la historia y el Cristo de la fe – son el
mismo. Pero solo una visión teológica de fe puede hacer la unidad. Jesús
del Tabor, Jesús del Calvario, Jesús de la Pascua son el mismo. El “Jesús
de este suelo” es “el Verbo de Dios”, y a él le pertenece el esplendor de
la gloria.
En el aspecto histórico nos
detenemos en un dato. ¿Por qué se aparecen Moisés y Elías, y precisamente
ellos…? No hay respuesta…, pero el exegeta y el teólogo, sin traspasar las
fronteras de su cometido, puede tener ciertamente una intuición. Se
aparecen porque Jesús los llevaba dentro, porque pertenecían su mundo
espiritual: los llevabas contigo / a los dos en tu pecho: / al Vidente de
Dios / y al Profeta de fuego. No es demostrable, pero es razonable
contemplar este panorama…
Dentro del carácter teológico del
texto se invita a toda la creación a que entre en la órbita del Tabor. ¡Escuhadle!,
dice la voz del Padre a los discípulos. Y en el fondo del ser sentimos que
la invitación va dirigida a toda la creación. Jesús, el Hijo amado, es el
Señor y Salvador del cosmos.
Ha transido tu carne
tu figura de dentro,
¡oh divina hermosura,
oh Jesús de este suelo!;
ha pasado a tu rostro
tu esplendor, que es el Verbo.
Se ha vestido de gloria
tu oración de silencio;
los llevabas contigo
a los dos en tu pecho:
al Vidente de Dios
y al Profeta de fuego.
Conversabais del Padre
en la luz del secreto,
del amor a los hombres
que conduce al madero,
¡oh Jesús en la cumbre,
preparado al degüello!
Escuchadle, creyentes,
disfrutadle, universo;
anunciad a los siglos
que surgió de los muertos,
que el Señor es Espíritu,
que ha vencido el Cordero.
¡Oh Jesús del Tabor,
oh Jesús, carne y hueso,
oh Jesús del Calvario,
para ti sea el Reino,
oh Jesús, luz del mundo,
oh Jesús, rumbo nuestro! Amén.
Jerusalén, II domingo de Cuaresma 1986.
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