Ultimos consejos: persona y comunidad cara a la Cuaresma

 

Persona

       Estamos ya en la pista de aterrizaje de estas reflexiones cuaresmales. Llega la Cuaresma, la Cuaresma de este año. ¿Qué hacer...? Cuanto más avanzan los años más vertiginosamente vuela el tiempo. De repente se suele presentar Miércoles de Ceniza y un día se da uno cuenta de que ya estamos en Ramos y el domingo siguiente es Pascua. Las actividades en que nos hallamos metidos -profesionales o clérigos- nos comen el tiempo y nos quitan los parques que cada uno trata de cultivar en sus predios, sus aficiones que llaman hobbies o sus quereres que algunos llaman carismas. Llega la Cuaresma y uno quiere organizarse y tomar con más seriedad el pulso de su vida cristiana. ¿Qué hacer...?, se pregunta otra vez.

       Preguntémonos primero dónde y cómo estamos situados para sabernos en esa doble dimensión de persona y comunidad y acertar responsablemente en la vivencia de una Cuaresma en serio. Si quien ha repasado estas páginas es un pastor parroquial corre un peligro muy grande; vaya el aviso. Es el peligro de vivir una Cuaresma muy ajetreada... y con todo vacía. Podemos ahogarnos en nuestro propio servicio ministerial.

       Empecemos por lo personal. En el retiro inicial de Cuaresma -parece que el tiempo lo está pidiendo- podemos apuntalar clavijas de nuestra vida personal: cómo van mis confesiones, qué tal los ratos que dedico a la oración, en Cuaresma podría obligarme al Vía Crucis, además algunas lecturas formativas ya que me encuentro tan disperso con lo inmediato. Aparte de ello, en la austeridad personal: vino o licores, tabaco, horas de sueño..., programas de TV. Estas cuentas van pasando por la cabeza de uno. Está bien, pero con esa pizarra delante no damos todavía en diana. Seguramente que una Cuaresma así programada nos va a dejar insatisfechos.

       Este es un programa inconexo que no nos va a llevar a mucho. Debemos ir al núcleo, interrogarnos en directo: ¿Es para mí la Cuaresma una oferta de salvación? ¿La asumo como un acontecimiento de fe? ¿Tiene un sentido misté­rico dentro del cual yo me puedo arrojar? Si la respuesta es positiva, entonces sí que he dado en el núcleo y entonces puedo tomar la realidad a fondo y con la gracia de Dios emprender un camino cuaresmal.

       ¿Cuál? La seriedad de la vida humana requiere una revisión plena de nosotros mismos, bajando en lo que alcancemos al misterio de nuestro corazón. Esta es una tarea de una Cuaresma sincera: entrar en un análisis insobornable del propio corazón y ponerlo al descubierto ante el rostro de Dios. Necesitaremos, al menos como confrontación, el auxilio de alguna persona, experta en humanidad y en espíritu, con quien podamos comunicar­nos sin rubor. Los caminos de Dios son tan variados y acaso se responda que este trabajo se cumple en unos Ejercicios Espirituales. Con tal que sean largos, largos..., añadimos.

       Si queremos que nuestro corazón sea bañado en la verdad, debemos decidirnos a algo absolutamente serio. No son arreglos y maquillajes; es fondear hasta lo último de nosotros mismos. Una Cuaresma auténtica, como proceso catecumenal de purificación e iluminación, se juega en estos niveles personales. Ahí debemos establecernos. Lo demás son adornos o añadiduras; son medios, consecuencias, entorno. No son despreciables, pero la atención se centra ¡en el centro!

 

Comunidad

       Cosa similar hay que decir con respecto a la comunidad en camino cuaresmal. Hablo ahora de la comunidad que acapara mi vida, de la comunidad como grupo religioso, más bien que de esa comunidad más dilatada que es la Parroquia.

       La comunidad puede armar un montaje pío para dar al tiempo de Cuaresma otro aire. Habla quien está viviendo en una comunidad. Puede decir, por ejemplo, que los viernes, por diálogo y acuerdo de los hermanos, habrá tales privaciones en la mesa, y que además el Vía Crucis va a ir marcando semanalmente la piedad de los hermanos. Entiéndase: Todo esto es andamiaje deleznable, si no se ha arrancado del centro. Se precisa volver a las preguntas cruciales.

       ¿Qué quiere decir para la comunidad en cuestión, "hic et nunc", conversión al Señor? Porque un plus de actos espirituales, un minus de satisfacciones corporales no operan por sí el cambio que se llama conversión. Acaso ésta comience cuando un día explota una tensión latente que hacía a los hermanos educados y recelosos. No podemos llevarnos a engaño. Una Cuaresma a fondo de un grupo de hermanos, de hermanas, es sin compara­ción más que una programación de actos espirituales y de penitencias.

       Una Cuaresma es volver el rostro al Señor. Una Cuaresma es un desafío a nuestra fe, al diálogo sincero con nuestros hermanos en un proyecto de vida evangélica.

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       Aplíquese cada uno en su situación personal y comunitaria -conyugal y familiar, comunidad de vida consagrada, comunidad parroquial- el criterio de sinceridad que es el último consejo. Lo que en este folleto queda escrito son pistas. Pistas nada más, en búsqueda de la verdad de Cristo Jesús, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.