VÍA CRUCIS DE JERUSALÉN
(Contemplación, alabanza y adoración)

P. Rufino María Grández, ofmcap.

 
 

IX


A la última morada ha descendido

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

 
La contemplación de la tercera caída nos lleva a admirar la paradoja cristina que no tiene cabida en el molde humano: Jesús el primero, Jesús el último. Acumulamos los superlativos o palabras que delatan la oposición entre lo grande y lo pequeño.

Jesús cae y cae por tercera vez, que es como decir exhaustivamente, totalmente. Jesús, dijo el hermano Carlos de Foucauld, se ha colocado en el último lugar, y ese puesto está ocupado. Ninguno ha estado detrás de él, ni él mismo puedo bajar a otro grado mayor de descenso.

A título de gloria tú eres Hombre. Al emplear este leguaje, queremos referirnos a un título de raigambre mesiánica con aureola divina. Jesús es el Hombre: Ecce Homo. Por ser Hijo del hombre tiene poder para juzgar, “para que todos honren al Hijo” (Jn 5,23) . Pero este misterio de la plenitud de Jesús se consuma en el misterio de la máxima pequeñez. Cantamos y meditamos: el mínimo por ser del todo excelso.

Es la paradoja cristiana…, pero ahí está: el hombre entero nace en tu desprecio.

Adoremos, pues, la insondable realidad de Jesús caído.

 
A la última morada ha descendido
allá donde no cabe más descenso;
cargado con el mundo el Hijo cae
y ocupa el puesto último de siervo.
 
Debajo de su sitio ya no hay otro,
Jesús en nuestra historia es el postrero;
primero en e1 honor que el Padre le hace,
el último por libre amor y empeño.
 
Y quietos nos quedamos en un trance,
atónitos con este pensamiento:
¿en dónde está la máxima grandeza,
en dónde de verdad está el primero?
 
Y ¡cómo se conjuntan los distantes
y se hace la fusión de tierra y cielo
la inmensa majestad que nos creó,
desnuda en la humildad del más pequeño!
 
A título de gloria tú eres Hombre,
el mínimo por ser del todo excelso;
oh grande Redentor, rey de verdades,
el hombre entero nace en tu desprecio.
 
¡Oh Cristo, que bajaste a lo profundo
y luego recibiste el sumo premio,
a ti la gloria, altísimo Señor,
y el gozo de tu Iglesia en canto bello! Amén.