VÍA CRUCIS DE JERUSALÉN P. Rufino María Grández, ofmcap. |
V Echaron mano de uno que pasaba JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO
Al mencionar a Simón, decimos: bendito su recuerdo. Sí, la comunidad lo recuerda. Es el “padre de Alejandro y de Rufo”, anota san Marcos (15,21), hombres apreciados en la comunidad de Roma (Rm 16,13). Nosotros también queremos ser para Jesús cual otro Cireneo. Dicen san Mateo y san Marcos que “le obligaron…”, ajeno a aquel gran don que se le hacía. Pensando en nosotros, bien podemos decir: Acaso necesite que alguien fuerce la débil voluntad con que me veo . En este contexto recordamos a Pedro: “otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras” (Jn 21,18). Le pedimos también a Jesús, fiados de él: Hermano de dolor, iremos juntos, mas tú delante, en todo tú el primero. Con Jesús se hace dulce la amargura. San Francisco es testigo: “Lo que antes me parecía amargo, me fue convertido en dulzura del alma y del cuerpo” (Testamento de san Francisco). Y aquello que me pidas quiero y puedo.
|