VÍA CRUCIS DE JERUSALÉN
(Contemplación, alabanza y adoración)

P. Rufino María Grández, ofmcap.

 
 

XI

Las manos y los pies con fuertes clavos

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

 
El texto de la Pasión dice que le crucificaron; por los relatos de la Resurrección sabemos que aquella crucifixión no fue una atadura a la cruz con cuerdas, sino que fue una crucifixión con clavos. “Mirad mis manos y mis pies” (Lc 24,39).

Así terminó la vida de Jesús: muerto en la flor de su humanidad, desnudo, clavado. Esos clavos, que aseguran el cuerpo al madero, son para nosotros sellos que Dios pone al amor. Sellado está el amor, en cruz sellado, y nadie ha de romper el santo sello. Sello de amor, que puede evocarnos el Cantar (Ct 8,6).

El cuerpo de Jesús clavado en la cruz, sangrante, es para producir lástima… Pero, no: nosotros lo contemplamos, por un tránsito de fe, como cuerpo glorioso, incluso en el tormento. De esas manos, bellas heridas, de esos pies, la gracia se derrama al mundo entero.

Gallardo está el Señor. En nuestra contemplación cristiana la sangre que riega el cuerpo es púrpura real de Esposo bello; y el destrozo que hacen las heridas, perlas en las manos y en la frente. “¿Quién es ese con ropaje… con ropaje teñido de rojo…? El lagar lo he pisado yo solo…” (Is 63,1-2).

 
Las manos y los pies con fuertes clavos
fijados han quedado en el madero;
clavado está el Señor: miradlo en alto,
la sangre de la muerte riega el cuerpo.
 
El rey de cuanto existe en cruz clavado,
el siempre y todo libre en cruz sujeto;
clavado por las manos que él creara,
clavado mi Señor con clavos fieros.
 
Sellado está el amor, en cruz sellado,
y nadie ha de romper el santo sello;
el mundo pasará, pero él no pasa,
su amor se clava en mí con toque eterno.
 
¡Oh manos de Jesús, bellas heridas,
oh pies sangrantes, pies de mensajero!,
del cauce de esa fuente luminosa
la gracia se derrama al mundo entero.
 
Gallardo está el Señor así vestido,
con púrpura real de Esposo bello,
con perlas en las manos y en la frente,
pisando en el 1agar del sufrimiento.
 
¡Oh Cristo, vencedor de todo mal,
de penas coronado y de consuelo,
feliz por siempre tú, crucificado,
y dueño de la vida hoy en tu reino! Amén.