AÑO SACERDOTAL EN POESÍA
P. RUFINO MARÍA GRÁNDEZ, ofmcap.

 

 

Madre de los Sacerdotes
(Oración de un Sacerdote)


He aquí una plegaria, en versos sencillos, provocada por lo que el Papa dijo
hablando así en la audiencia general del miércoles 12 de agosto sobre María y el Sacerdote:

“… De este modo sacrificio, sacerdocio y Encarnación van unidos, y María se encuentra en el centro de este misterio.

Pasemos ahora a la cruz. Jesús, antes de morir, ve a su Madre al pie de la cruz y ve al hijo amado; y este hijo amado ciertamente es una persona, un individuo muy importante; pero es más: es un ejemplo, una prefiguración de todos los discípulos amados, de todas las personas llamadas por el Señor a ser "discípulo amado" y, en consecuencia, de modo particular también de los sacerdotes.

Jesús dice a María: "Madre, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26). Es una especie de testamento: encomienda a su Madre al cuidado del hijo, del discípulo. Pero también dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 27). El Evangelio nos dice que desde ese momento san Juan, el hijo predilecto, acogió a la madre María "en su casa". Así dice la traducción italiana, pero el texto griego es mucho más profundo, mucho más rico. Podríamos traducir: acogió a María en lo íntimo de su vida, de su ser, "eis tà ìdia", en la profundidad de su ser.

Acoger a María significa introducirla en el dinamismo de toda la propia existencia - no es algo exterior - y en todo lo que constituye el horizonte del propio apostolado. Me parece que se comprende, por lo tanto, que la peculiar relación de maternidad que existe entre María y los presbíteros es la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que alberga por cada uno de ellos. De hecho, son dos las razones de la predilección que María siente por ellos: porque se asemejan más a Jesús, amor supremo de su corazón, y porque también ellos, como ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre.



Acógeme, Madre mía,
como a discípulo amado;
a la vera de la Cruz
soy tu hijo del Calvario.

Toda ternura materna
el Padre por ti ha creado,
que quien venía era Dios,
Madre del Verbo Encarnado.

Aquí tienes a este hijo,
acógeme en tu regazo,
heme aquí: soy Sacerdote
en Cristo configurado.

Acógeme, Madre buena,
con caricias de tus manos,
en tu fe y en tu pureza
dejo todos mis pecados.


        * * *


“Aquí tienes a tu Madre”,
Jesús decía expirando,
y volviendo la cabeza
miraba a Juan a tu lado.

Yo te acojo, Madre mía,
como divino regalo;
eres Madre de la Iglesia,
el tesoro más preciado.

Seas tú mi intimidad,
seas pensar cotidiano,
maestra del Evangelio,
puerta de Dios humanado.

Ruega a Cristo por nosotros,
en este Pan consagrado,
Madre de la Eucaristía,
Madre del confesonario.

Madre de los Sacerdotes,
hazme sacerdote santo,
de Jesús y mis hermanos
Sacerdote enamorado. Amén.