Septima Jornada
Día 23
Emmanuel
O Emmanuel, Rex et legifer noster,
exspectatio Gentium, et Salvator earum:
veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
“Immanuel-El”, que es decir: “connosotros-Dios”.
(Nota lingüística. La Vulgata traduce Is 7,14: “Ecce virgo concipiet et
pariet filium et vocabitis nomen eius Emmanuhel”. La Nova Vulgata [1979],
traduciendo lo que se estima que es el texto crítico, tiene unas
modificaciones: Ecce, virgo concipiet el pariet filium et vocabit nomen
eius Emmanuel. Se mantiene la palabra “virgo”, no sustituida por otra:
joven doncella. San Mateo, al ver el mensaje verificado en la “virgen”
María, adopta esta lectura: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un
hijo, y le pondrán [plural indeterminado] por nombre Emmanuel, que
traducido significa: « Dios con nosotros. » Mt 1,22).
El nombre de Emmanuel es la bandera de la Encarnación. Dios es “Dios con
nosotros” hasta la entraña, siendo Dios-hombre. En todos los estados de su
existencia: infante, niño, adolescente, joven, adulto, Jesús, hijo de
María es Dios con nosotros. Y también hoy en el cielo Jesús es
Dios-hombre.
Y siendo hombre tiene todos los títulos divinos. Es, por ejemplo,
legislador, autor del Evangelio, que es nuestra suprema ley y resume toda
ley de la Biblia.
Su madre es una mujer escogida de entre los humildes o “pobres de Yahveh”.
Él vino, y su presencia ha quedado inmanente en la historia; mas, con
todo, le pedimos que venga: “Ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro”.
Del Verbo divino
la Virgen preñada
viene de camino:
¡si le dais posada…!
(Letrilla de San Juan de la Cruz, que sirve de estribillo)
I
El nombre más cariñoso
que Jesús haya tenido
en la antigua Profecía
es Emmanuel, suave y lindo.
Es el nombre que una virgen
lo guarda para su niño,
y que el profeta Isaías
escuchó, de Dios venido.
II
Le llamamos Emmanuel,
Dios con nosotros metido;
es Dios infante que juega,
pequeño, con sus amigos,
o joven adolescente
que está aprendiendo su oficio,
y es el gran Legislador
que ordena nuestro destino.
III
Esperanza y salvación,
Dios infinito, Dios íntimo,
cariñoso como un beso,
guía y juez de mis caminos.
La divina filiación
proclama tu cuerpecito:
te adoramos, Dios de amor;
ten piedad, Dios compasivo.
IV
La Madre del Emmanuel
de los pobres se ha escogido,
la esposa del carpintero,
María, nombre dulcísimo.
Madre de Dios, Madre mía,
como José me aproximo,
a tu misterio materno
y yo le adoro contigo.
Puebla, diciembre 2009
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