Himnos de Adviento
Día 21 de Diciembre
María es la cantora de la Iglesia
(Magníficat)
En las ferias privilegiadas del tiempo del Adviento, el día 21 de
diciembre nos hace vibrar con el Canto de María, el Magníficat, que sigue
a la Visitación de María (20 de diciembre). El Hijo viene como el
cervatillo del Cantar de los cantares (Cristo 2,8-14): Levántate, Amada
mía, hermosa mía, ven a mí. Paloma mía…Es Jesús que se dirige a su
Iglesia.
En este día san Ambrosio comenta:
“Que resida, pues, en todos el alma de María, y que esta alma proclame la
grandeza del Señor; que resida en todos el espíritu de María, y que este
espíritu se alegre en Dios; porque, si bien según la carne hay sólo una
madre de Cristo, según la fe Cristo es fruto de todos nosotros, pues todo
aquel que se conserva puro y vive alejado de los vicios, guardando íntegra
la castidad, puede concebir en sí la Palabra de Dios.
El que alcanza, pues, esta perfección proclama, como María, la grandeza
del Señor y siente que su espíritu, también como el de María, se alegra en
Dios, su salvador; así se afirma también en otro lugar: Proclamad conmigo
la grandeza del Señor". (Expositio in Lucam, liber 2).
¿Qué significa el Cantar de María?
Significa la expresión más pura de la liturgia cristiana. La liturgia
halla su cima en la alabanza, que la Iglesia teje contemplando a Dios en
la historia, que, por eso, la historia se convierte en Historia de
salvación. Y esto es el Magnificat: la liturgia en estado puro.
Dice san Lucas que Zacarías, al proferir el Benedictus “profetizó” (1,67).
María cumple el estado de “profetisa” cantora, pero es más que profetisa.
Inicia el canto de la Iglesia. Canta a Dios su Salvador (la Vulgata
traducía Lc 1,47: in Deo salutari meo; la Nova Vulgata traduce: in Deo
Salvatore meo). Cuando alguien ha dicho: es que está cantado a su Jesús,
que significa Salvador, su Salvador, quizás la exégesis no lo pueda
confirmar. Pero una exégesis espiritual sí lo puede saborear: Está
cantando a Dios, su Salvador, a Jesús, su Salvador.
Nos faltan las palabras en el cántico de María, matriz de la genuina
liturgia de nuestra fe.
María es la cantora de la Iglesia,
salmista y profetisa y citarista,
salterio de David para nosotros,
narrando a Dios la Historia del Mesías.
María es la cantora del Espíritu,
la voz para su Hijo, que la habita,
y a Él, su Salvador, ofrece el himno
que Dios puso en el germen que palpita.
María es la canción de los humildes,
la gracia con el mundo en armonía,
el cántico del culto en el Espíritu,
liturgia viva y nueva sinfonía.
María es mi canción – ¡albricias, Madre! –
¡Magníficat del Verbo que venía!,
pureza del Cordero inmaculado,
que Esposa y Madre suya la quería.
Discípulos de un canto regalado,
la vida se hizo amor y poesía,
cantemos, celebremos, adoremos,
la voz con el aliento de María.
La santa Trinidad es nuestro templo:
honor y danza y manos extendidas:
¡mi Dios, Jesús, oh Niño de Belén,
victoria en Cruz, y vida sin medida! Amén.
Puebla, 21 diciembre 2010
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