EL AÑO LITÚRGICO
ADVIENTO

P. Rufino María Grández, ofmcap.

 

Domingo I de Adviento

 

Vendrá con gran poder, con fuerte gloria

 

He aquí un canto a la venida gloriosa del Señor. Al mismo tiempo, un canto a la Tierra, que es el mundo que viene. La venida del Señor será, por encima de todo, una venida de gloria: “Entonces verán al Hijo de Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria” (Lc 21,27). Vendrá con gran poder, con fuerte gloria.

La venida del Señor, que es venida en su reino, será, según el mismo Señor se ha expresado, triunfo y amor. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para traer “salvación” y “perdición”, sino sólo salvación. Pero cabe que el hombre puede ser rebelde al amor, que es lo único que se le ofrece; en tal hipótesis el hombre elige su propia perdición. El Evangelio no es una prognosis de lo que va a pasar, no es un cálculo anticipado de la situación. Es simple y fuertemente una perspectiva profética: si aún el rebelde se resiste... La estrofa quinta recoge esa postura que Jesús ha manifestado en clave profética, según el testimonio concorde de los cuatro Evangelios.

Pero este himno es también un canto a la Tierra salvada. Para meditar el destino de esta Tierra (fin de la estrofa primera y toda la segunda) habrá que sumergirse en lo que dice la constitución Gaudium et spes al hablar de la “Tierra nueva y cielo nuevo” (núm. 39). El universo no está abocado a la aniquilación, sino a una transformación por la fuerza del Resucitado. Y esto ocurrirá cuando Jesús venga. “Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo”. Pero esta Tierra, su Tierra patria, se hará la morada nueva. Esta será la verdadera tierra prometida.

(Nota. Este himno, por su temática, puede servir para otros momentos del Adviento)

Para escuchar este himno cantado
 

Vendrá con gran poder, con fuerte gloria,
vendrá a saciar los ojos que le buscan,
y al juntar en sus plantas Nube y Tierra,
será la Tierra meta de su ruta.


La Tierra para él peana y cielo,
morada nueva, huerto sin la tumba,
su Tierra patria, Tierra de vivientes,
la Tierra prometida, herencia suya.


Vendrá con el fulgor de la sentencia,
vendrá con la piedad a quien acuda
buscando sólo gracia en su mirada,
cubierto con su paz y vestidura.


Vendrá veloz, furtivo y repentino,
como el hombre malvado en noche oscura;
vendrá como el esposo entre cantares,
esperado con lámparas y alcuzas.


Vendrá y será su adviento nuestro cielo,
su alegría el final
de nuestra lucha;

y si aún el rebelde se resiste
se hará infierno la cólera absoluta.


¡Oh Cristo, que viniste y que vendrás,
Hijo eterno, Señor de gloria suma,
acoge con tu gran misericordia
y en tu venida reina con ternura! Amén.


Rufino María Grández (letra) – Fidel Aizpurúa (música), capuchinos, Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona, 1983, pp. 17-20.