EL AÑO LITÚRGICO
ADVIENTO

P. Rufino María Grández, ofmcap.

 

 

ADVIENTO


Común de Adviento


Es la esperanza del Adviento


Este himno gira en torno de un verso: “Es la esperanza de Adviento”. Evocamos a las tres figuras de Adviento: Isaías, el Bautista, la Virgen María.

En una visión profunda y total de las realidades, el Adviento está en lo profundo del corazón. Y de aquí brota la pregunta más personal: ¿Y mi Adviento? Mi Adviento es la realidad de mis esperanzas, o de una sola esperanza, que sería el acontecimiento de Dios en mí, sea cual sea el análisis de lo que el mundo es, de lo que la iglesia – santa y pecadora – está padeciendo.

Cuando uno ve en el parque a unos padres que miran complacidos sus niños, acaso se yerga en el fondo de mi corazón la pregunta de la verdad. ¿Está mi vida, la esencia de la vida, bañada, movida, impulsada… por una gran esperanza, que es el sentido inmediato y universal de mi existencia?

La esperanza es la energía y la alegría de la vida. Hay preguntas que brotan a gritos: ¿Realmente mi vida está siendo arrebatada por la esperanza? ¿No experimento que en la Iglesia se está gestando un gran Adviento…, que puede brotar, como obra de Dios, en cualquier momento?

Y esta revelación me atañe a mí, un hijo de Dios en el mundo.


En ti, Señor, confié,
nunca seré confundido.

Es la esperanza de Adviento
la esperanza de María,
es la divina ternura
que en su seno florecía.

Es la esperanza de Adviento
la esperanza de Isaías,
santificada en la fe,
bañada en la profecía.

En ti, Señor, confié,
nunca seré confundido.

Es la esperanza de Adviento
el Precursor del Mesías,
el que anunciaba un bautismo
del Espíritu que ardía.

Es la esperanza de Adviento
el grito que Dios oía:
el silencio de los pobres,
la oración que a Dios subía.

En ti, Señor, confié,
nunca seré confundido.

Es la esperanza de Adviento
la Iglesia que a Dios gemía,
la esposa del Hijo amado,
callada mientras sufría.

Es la esperanza de Adviento
mi alma dulce y bravía:
¡ven, Jesús, en carne pura,
y tráeme tu alegría!

En ti, Señor, confié,
nunca seré confundido.


Puebla, 6 diciembre 2010