Cuando
alguien planteaba la existencia de cosas
mucho mas urgentes y necesarias que la
religión, Blas Pascal decía:
”Decidme, decidme, pero que sea
ahora mismo mientras tengáis vida y
salud. Ya os daréis cuenta si son temas
abstractos, propios de gente desocupada,
cuando también os toque a vosotros –pues
esta claro que la muerte es lo único
seguro en la vida- traspasar esas
puertas misteriosas y sin retornos para
encontrarnos cara a cara con el
misterio.
Mejor dicho, con ese Dios que,
según creíais, no tenía nada que ver con
vuestra existencia concreta y cotidiana.
Y en cambio, fijaos, tenéis que arreglar
vuestras cuentas con Él para toda la
eternidad.
¿Por qué os tomáis tan en serio
las cosas pequeñas de la efímera vida
terrena –este breve paréntesis entre dos
enigmas insondables- y no os preocupáis
de lo que os aguarda por los siglos de
los siglos? ¿no me creéis? ¡Ya lo
veréis! Basta con dar tiempo al tiempo,
pues también se acabará para vosotros y
os encontraréis en la dimensión donde no
hay principio ni fin.”
…
Pascal tenia el fervor del converso
(necesario, por otra parte, para
equilibrar el “quietismo” del creyente
que lo es por tradición o costumbre).
Era, en definitiva, un científico
acostumbrado a llevar la razón y la
lógica hasta sus ultimas consecuencias,
pues para hacer reflexionar a los
hombres sobre la realidad de su
condición no dudaba en sacudirlos
agarrándoles de las solapas.
…
François Mitterrand,
presidente de Francia, hermano del gran
maestre de la Gran Logia masónica de ese
país, encarnizado anticlerical,
agnóstico puro y duro, que creía
solamente en el poder y en la fuerza de
la política hasta el punto de ser
conocido como el Florentino. En
referencia evidentemente a Maquiavelo.
Pero cuando la edad y la
enfermedad hicieron valer en él sus
derechos tan crueles como inexorables,
Mitterrand –como todos, o una gran
mayoría- se acercó a llamar a la puerta
de la “Infame”, que es como su Voltaire
llamaba a la Iglesia Católica.
Y quiso morir con los sacramentos de los
que (según sus palabras) no sabía
–“antes”, por supuesto…- si reirse o
indignarse.
En su testamento, redactados en sus
últimos días, dejó escrito para sus
funerales, “une messe est posible”. ¡os
recomiendo que se celebre una misa, pero
como si yo no la hubiera pedido!
Queremos tan sólo recordar que, aunque
todo parezca haber cambiado en el mundo,
lo que no ha cambiado es la fea
costumbre de morir . Así que -hoy y
siempre-, ninguno de nosotros saldrá
vivo de esta aventura que es la vida...
En el futuro de todos está el hospital,
la funeraria y, al final, “una paletada
de tierra en la cabeza y se acabó para
siempre”, como diría ese grosero y
aguafiestas de Pascal. El mismo que,
entre otras cosas desagradables (nunca
se deben decir cómo son verdaderamente
las cosas si no se esta dispuesto a
afrontar las consecuencias, pues veritas
odium parit, la verdad engendra odio),
escribió lo siguiente:”Al no
haber podido dar remedio a la enfermedad
y a la muerte, los hombres han decidido,
para así sentirse felices, no pensar.”
O pensar, pero haciéndolo in extremis...
El mismo Napoleón, que no temía
nada, temía dar el paso a la eternidad.
Pidió sin mas rodeos a Pío VII, al Papa
al que había pretendido destituir o al
menos reducir a la condición de
obediente lacayo de su corte de París
que le enviara a Santa Elena un
sacerdote corso, para estar mejor
preparado. Y a sus muy allegados, que
también eran “espíritus fuertes”, les
decía:
“¿Por qué
os sorprendéis? ¿No sabéis que los
valientes desafían todo lo conocido,
pero que sólo los imbéciles desafían el
Misterio?” De algún
modo, Napoleón también era pascaliano.
Vittorio
Messori - Michelle Brambilla
Extraído de: "Algunas Razones para
Creer"