No me gusta el hombre
que no duerme


No me gusta el hombre que no duerme
y que arde en su cama de preocupación y de fiebre.

No me gusta el que al acostarse
hace planes para el día siguiente,
¡el tonto!

¿Es que sabe acaso
cómo se presentará el día siguiente?
¿Sabe siquiera el color del tiempo que va a hacer?
Haría mejor en rezar.

Porque yo no he negado nunca el pan de cada día
al que se abandona en mis manos
como el bastón en la mano del caminante.

Me gusta el que se abandona en mis brazos
como el bebé que se ríe
y que no se ocupa de nada
y ve el mundo a través de los ojos de su madre.

Pero el que se pone a hacer cavilaciones
para el día de mañana,
ése trabaja como un mercenario,
trabaja terriblemente como un esclavo
que da vueltas a una rueda sin fin
y -eso entre nosotros- es un imbécil.

Y hasta me han dicho que hay hombres 
que trabajan bien
y duermen mal, 
que no duermen nada.
¡Qué falta de confianza en mí!

Eso es casi más grave que si trabajasen mal
y durmiesen bien,
porque la pereza
es un pecado más pequeño que la inquietud,
que la desesperación
y que la falta de confianza en mí.

Gobiernan muy bien durante el día 
los asuntos del día y luego no se atreven
a confiármelos a mí durante la noche.

El que no duerme de preocupación 
es infiel a la Esperanza,
y ésta es la peor infidelidad. 

Charles Péguy